El 28 de septiembre se cumplieron 127 años de que la Primera Conferencia General de Pesos y Medidas, que sirvió para definir el metro como la distancia entre dos líneas en una barra de platino e iridio, si bien anteriormente, en la Revolución francesa de 1789, ya se nombraron Comisiones de Científicos para uniformar los pesos y medidas, entre ellos está la longitud.
Estas barras que definen el metro fueron depositados en cofres situados en los subterráneos del pabellón de Breteuil en Sèvres, Oficina de Pesos y Medidas, en las afueras de París. Sin embargo, afortunadamente, ya no dependemos de una barra para definir algo tan importante para todos.
Pasado y futuro
El 19 de marzo de 1791, la Academia de Ciencias de París propuso la adopción de un patrón procedente de la naturaleza: el metro. que sería la diezmillonésima parte del cuadrante de un meridiano terrestre. Ante la imposibilidad de medir todo un cuarto de meridiano desde el polo Norte al Ecuador, la solución era medir un trozo y calcular matemáticamente el valor del total. El arco de meridiano escogido en la propuesta de la academia fue el comprendido entre Dunkerque y Barcelona.
Más tarde llegó la varilla de platino que antaño definió el metro estándar.
Pero actualmente, el metro se define como 1.650.763,73 longitudes de onda de luz roja-anaranjada emitida por un átomo de criptón-86. Una medida mucho más ininteligible y abstracta, pero sin duda más precisa y reproducible en cualquier lugar del mundo. Así pues, un metro es ahora la distancia que recorre cualquier luz en el vacío en 1/299.792.458 de segundo.
Con la medida del segundo ha sucedido algo parecido. Ahora un segundo es la duración de 9.192.631.770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio a una temperatura de 0 grados Kelvin.
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