Publicaciones muy diversas hacen uso del método de presentarse como ligeramente imperfectos para constituirse como únicos o inimitables, a veces como forma de detectar plagios, sí, pero también consecuencia de una travesura del autor.
Incluso se conocen ejemplos de guías telefónicas que se inventan números de teléfono.
En los diccionarios y enciclopedias podemos encontrar ejemplos de entradas ficticias, que son fácilmente reconocibles como tal por parte del lector. No hay ninguna palabra oficial para designar este fenómeno, aunque se suelen usar diversos neologismos. En inglés, por ejemplo, la revista New Yorker acuñó el término mountweazel, a partir del nombre de la fotógrafa estadounidense Lillian Virginia Mountweazel, cuya biografía apareció en la edición de 1975 de la New Columbia Encyclopedia. La fotógrafa murió a los 31 años de edad, pero en realidad nunca ha existido.
Aunque suponemos que los libros que menos errores deben incluir en sus páginas son los que tratan de ciencias exactas, como las matemáticas, incluso un libro de Arquímedes (287-212 a de C.) contiene errores intencionados para confundir a sus competidores y atrapar a los que quisieran hacer pasar como suyos sus postulados matemáticos. El libro es un tratado titulado De Shaera et cylindro (De la esfera y el cilindro).
Un ejemplo de la Wikipedia en alemán es la entrada referida a un insecto de mentira llamado Leuchtschnabelbeutelschabe, que finalmente la comunidad decidió borrar, aunque se mantuvo como fidedigna de principios de 2003 hasta el 22 de julio de 2008.
En la Music Lovers´Encyclopedia de 1903 figura como última entrada el término Zzxjoanw, que supuestamente es la palabra maorí para señalar un tambor. Se comprobó, sin embargo, que era una palabra falsa básicamente porque en el lenguaje maorí no existe la Z, la X ni la J.
¿Cuántas veces, jugando al Trivial Pursuit, hemos estado en desacuerdo con la respuesta que nos ofrecía la tarjeta de preguntas? Probablemente, la mayoría de discrepancias sean debidas a nuestra ignorancia. Pero el mundo de las entradas ficticias permite que existan unas pocas, poquísimas, en las que nosotros tenemos razón y el omnisciente Trivial, no.
La razón está en que este popular juego de mesa con el que intentamos poner a prueba nuestra cultura (o nuestra memoria) ha copiado algunas de sus respuestas de las entradas de The Trivia Encyclopedia, donde hay respuestas deliberadamente falsas.