La Hermandad Aria: los expertos asesinos de la cárcel que usan un código inventado por Francis Bacon

El 21 % de los asesinatos que se producen en las cárceles norteamericanas están perpetrados, según cifras del FBI, por un simple grupo de personas que sólo supone el 1 % de los reclusos que se comunica entre sí mediante un sistema de código binario ideado hace 400 años por Francis Bacon. Se hacen llamar la Hermandad Aria (Aryan Brotherhood), aunque también se conocen como The Brand, la AB o la One-Two.

Dicho grupo es algo así como una logia de asesinos, como los protagonistas del videojuego Assassin´s Creed, como la secta religiosa de los Hashshashin, como el Gremio de los Asesinos de Mundodisco, pero circunscrita al sistema penitenciario federal de Estados Unidos. Pero ¿cómo es posible que un grupo de gente sea tan letal? ¿Cómo se organizan? ¿Por qué se les considera ilustrados en el arte de matar?

Hombres con bigote

La mejor forma de identificar a un miembro de la Hermandad Aria no es a través de una túnica ceremonial, sino a través de sus bituminosos bigotes de Morsa, típicos del Salvaje Oeste. También acostumbran a llevar un tatuaje, que representa un trébol de cuatro hojas fusionado con una esvástica, con el motivo “666” estampado en sus hojas. Si algún recluso se tatúa ese símbolo sin permiso expreso de la Hermandad, se le pide que se lo quite… normalmente con una navaja.

La Hermandad fue fundada en 1964 en las instalaciones de máxima seguridad de San Quintín, en California, por un grupo de supremacistas blancos. Enseguida obtuvieron el prestigio del que gozan hoy en día, a pesar de que muchos de sus miembros acabaran con los pies en celdas de confinamiento de 23 horas diarias.

Al parecer, coordinan sus actividades con otros miembros de la Hermandad mediante ingeniosos métodos, como tinta invisible confeccionada con orina, o un sistema de código binario que tiene 400 años de antigüedad, ideado por el filósofo renacentista Francis Bacon.

Abunda sobre ello Kevin Dutton en su libro La sabiduría de los psicópatas:

Pero también eran gente sin ningún tipo de remordimientos y vivían (y todavía siguen viviendo hoy en día) atendiéndose a un sencillo y siniestro código: “sangre que entra, sangre que sale”. Sangre que entra: cada posible miembro es admitido sobre la base de haber matado ya a un miembro de la banda rival, y se sobreentiende además que llevará a cabo otras ejecuciones que se le ordenen. Sangre que sale: la única posibilidad de salir es su propia muerte, a menudo prematura. O bien mediante un acontecimiento tan improbable como las causas naturales. O también, cosa infinitamente más probable (y en muchos casos preferible), por medios igualmente violentos.

Asesinos científicos

A pesar de su aparente brutalidad, los miembros de la Hermandad se conducen científicamente por su actividad de segar vidas, buscando siempre las formas más eficaces de alcanzar sus objetivos. Para ello, tienen acceso a las bibliotecas de la prisión, donde estudian con minuciosidad textos de anatomía humana (junto con Nietzsche, Maquiavelo, Tolkien y Hitler) para hallar las partes del cuerpo más vulnerables al trauma repentino.

La velocidad a la hora de acabar con un objetivo es prioritaria en el contexto penitenciario. Un simple despiste de los guardias, y zas, puedes punzar un hígado o un bazo, o abrir una yugular, o perforar una espina dorsal.

En el deformado continuo espacio-temporal que existe dentro de una prisión de máxima seguridad, una ventana de diez segundos es como un agujero de gusano hacia la eternidad… y una lucha de tal magnitud en el interior equivale a una pelea a puñetazos de doce asaltos en la órbita extendida y relativizada de la vida diaria.

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