Si le preguntamos a alguien de la calle de qué color es la naranja, refiriéndonos a la fruta, tras un ligero titubeo (¿acaso me están tomando el pelo?), responderá con firmeza: naranjas. Las naranjas son de color naranja, precisamente por eso las llamamos naranjas. ¿No sería absurdo llamar naranjas a una fruta que muchas veces no son de color naranja?
Pues sí, lo es. Y además es justamente lo que ocurre. Las naranjas no son naranjas, y muchas veces lo son simplemente porque las modifican artificialmente para que nos parezcan naranjas.
Incluso estando ya maduras, en muchos países las naranjas son verdes, pero siguen llamándose naranjas (no verdes). Lo mismo que ocurre, por cierto, con los limones, los mangos, las mandarinas y los pomelos.
En realidad, el color original de las naranjas no es el naranja sino el verde. La naranja es en realidad no es un fruto silvestre sino un cruce de mandarina y pomelo, cultivado por primera vez en el sudeste asiático. Entonces eran verdes, y así siguen siendo allí. Las naranjas vietnamitas, por ejemplo, tienen la piel de un color verde intenso, y la pulpa naranja.
Entonces ¿de dónde viene el color naranja de la naranja? Lo explica así John Lloyd en su libro El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia:
Las naranjas no son una fruto tropical, sino subtropical, y el color depende de dónde se cultiven. En los climas más templados, la piel verde se vuelve naranja con el fresco; por el contrario, en los países donde siempre hace calor, el frío no destruye la clorofila, y la fruta conserva el color verde. Por ejemplo, las naranjas hondureñas se comen verdes en el país de origen, pero se “anaranjan” artificialmente para su exportación. Para conseguirlo, se rocían con gas etileno, un subproducto de la industria petrolera cuya aplicación principal es la producción de plástico. El etileno es el compuesto orgánico más fabricado del mundo: se generan más de cien millones de toneladas anuales. Elimina la capa exterior, verde de forma natural, y revela el color naranja, más conocido.
Sí, amigos, para que la naranja tenga el color que le da nombre es necesario que se produzcan bajas temperaturas durante la noche. Si esto no ocurre, por la noche se producen grandes cantidades de clorofila que la vuelven verde aún estando maduras.
Las naranjas estadounidenses, procedentes de California, Texas y Florida, también solían teñirse de forma sintética hasta el año 1955, cuando la Agencia de Alimentos y Medicamentos lo prohibió. De todas maneras no tengáis reparo: el etileno es inodoro, insípido e inocuo, y son muchas frutas y verduras las que lo emiten de forma natural una vez han sido recolectadas: manzanas, melones, tomates, aguacates o plátanos, por ejemplo. El etileno no es perjudicial para las personas. Y sin él las naranjas quizá no se llamarán naranjas, sino verdes.
O sí. El nombre original de las naranjas era ‘narangah’ del sánscrito, y que significa literalmente ‘veneno para elefantes’. Esto es así por una antigua leyenda que contaban según la cual la naranja era un manjar tan rico y dulce que los elefantes llegaban a morir de glotonería comiendo naranjas.