No son pocas las personas que, ante la perspectiva de subirse a un coche (sobre todo si debe llevar a cabo una ruta llena de curvas), deben tomarse una biodramina para evitar el mareo y, eventualmente, el vómito.
Pero ¿por qué nos mareamos cuando vamos en coche o en un vehículo que está en movimiento, como un barco? Y, lo más importante: ¿por qué el mareo se puede traducir en vomitar? ¿Qué gana nuestro cuerpo vomitando ante una situación así?
Propiocepción
Cuando viajamos en coche, por ejemplo, nuestro cerebro no capta el movimiento típico asociado a caminar, ese rítimo balanceo, porque realmente no generamos nosotros el movimiento con nuestras piernas.
Así, la propiocepción (el sentido que informa al organismo de la posición de los músculos, es la capacidad de sentir la posición relativa de partes corporales contiguas), no está originando las señales que le sirven al cerebro para entender lo que está pasando. Esa falta de señales se ve reforzada por el hecho de que nuestros ojos nos dice que no nos estamos moviendo.
No obstante, el movimiento se está produciendo porque un líquido en nuestro oído interno está respondiendo a las fuerzas causadas por el movimiento y la aceleración del vehículo.
Vómitos
Pero ¿qué tiene que ver esas señales contradictorias con el hecho de vomitar? Esas señales están gestionadas por nuestro cerebro reptiliano, la parte más instintiva de nuestro cerebro. Así que actúa de forma muy elemental frente a la contradicción de señales.
Si estamos quietos y, sin embargo, parece que nos movemos, el cerebro reptiliano sencillamente interpreta que alguna sustancia no está haciendo creer eso. Probablemente algún veneno de la naturaleza que afecta profundamente nuestro funcionamiento interno. Tal y como lo explica Dean Burnett en su libro El cerebro idiota:
El veneno es malo y, si el cerebro cree que nuestro cuerpo está envenedado, no encuentra más que una respuesta razonable a tal situación: deshacerse de la toxina, activar el reflejo vomitorio, y cuanto antes. Puede que la regiones más avanzadas del cerebro conozcan mejor la situación real, pero se necesita un esfuerzo considerable para modificar las acciones de las regiones más elementales cuando ya se han puesto en marcha. Son de "costumbres fijas", casi por definición.
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