A pesar de que Coca-Cola lo niega por activa, por pasiva y por perifrástica, muchos de nosotros notamos que la Coca-Cola bebida en una botella de vidrio sabe diferente que la servida en una lata de aluminio. Pero ¿esta diferencia en el paladar es puramente psicológica o hay una diferencia química real?
Si bien la fórmula de la bebida es siempre la misma, Sara Risch, química y miembro del Instituto de Técnicos de Alimentos, sostiene que es posible que se den casos de alteración del sabor, aunque muy sutiles. Por ejemplo, el polímero que reviste las latas de aluminio puede absorber el sabor soluble del refresco. Lo mismo pasaría en las botellas de plástico, en las que el acetaldehído del plástico podría transferirse al refresco. Las de vidrio, pues, conservarían el sabor más puro, pues el vidrio es el material más inerte de todos.
Otro factor que puede afectar al sabor es la exposición a la luz y el tiempo de producción que el producto permanece en el almacén.
Con todo, la mayoría de veces, las sutiles diferencias que podamos notar entre los diferentes envases probablemente se deban a cuestiones psicológicas. Un reciente experimento referido en el libro El científico curioso de Francisco Mora también ha revelado que basta que sepamos que estamos consumiendo algo para que lo apreciemos de una u otra forma:
Por ejemplo, si a una persona que le gusta la Coca-Cola se le da a beber un vaso de ésta (siendo consciente de que bebe Coca-Cola desde el primer momento) los sistemas de recompensa del cerebro (placer) responden como se podría esperar, es decir, en positivo, y, como consecuencia, el sujeto experimenta y expresa una sensación de placer. Pero si a esta misma persona se le da la misma bebida, pero sin que sepa de qué bebida se trata (aun cuando la reconozca inmediatamente por el sabor), y mientras la bebe se le dice explícitamente que está bebiendo su bebida favorita, entonces los sistemas de recompensa (placer) responden con mucha más intensidad que antes.