El Viejo Mundo transportó gran número de enfermedades al Nuevo Mundo, pero la transmisión de enfermedades no fue bilateral. Al menos no en la misma proporción (aún se debate si la sífilis, por ejemplo, llegó de América a Europa).
La razón fundamental de esta asimetría, sin embargo, reside en un factor que aparentemente pudiera parecernos natural, ecologista o hasta flower power: los animales.
Domesticación y enfermedades zoonóticas
La mayoría de las enfermedades del Viejo Mundo se originaron en resevas animales, en especial en las granjas de animales domesticados, que no estaban presentes en América.
Los indígenas americanos apenas disponían de animales de granja domesticados, y por tanto no había muchas enfermedades zoonóticas (de las que se contagian por el estrecho contacto entre animales y humanos). Tal y como lo explica Jeffrey D. Sachs en su libro Las edades de la globalización:
La lista de enfermedades que llegaron de Europa era larga y mortal, e incluía la viruela, la gripe, el tifus, el sarampión, la difteria y la tos ferina. La viruela fue la gran asesina de masas: acabó con una alarmanete proporción de poblaciones nativas que se encontraron con los europeos recién llegados.
El intercambio entre el Viejo y el Nuevo Mundo fue muy fructífero en lo tocante a los productos de la agricultura: América procuró a Europa el maíz, las patatas y los tomates; Europa procuró a Améruica trigo y arroz. También llegaron allí ovejas, cabras y cerdos. Y los productos adictivos también fluían bidireccionalmente: tabaco o la caña de azúcar. Pero las enfermedades fueron se cebaron mucho más con el Nuevo Mundo sencillamente porque los nativos no estaban tan acostumbrados a los animales domesticados.
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