Dios suele premiar el sacrificio, la vida recta, alejada de las debilidades de la carne. Es natural, pues, que Dios también premie quien se levanta cuando cantan las gallinas y se acuesta cuando apenas se marcha el sol. Sin embargo, este planteamiento monástico no tiene suficiente sustento científico.
En términos generales, quienes se acuestan más tarde y se levantan más tarde, presentan una salud, unos ingresos medios y unas funciones cognitivas similares a los que madrugan y se acuestan pronto. Si la frase de marras mantiene su vigencia es más por el puritanismo que ella subyace, y lo erróneo de asociar un tipo que se levanta muy pronto como un tipo de costumbres sanas o mayor responsabilidad.
A nivel práctico, sin embargo, lo importante es el número de horas que se duerma, no si el despertador suena una hora antes o una hora después (obviamente, sin excesos, porque estamos diseñados para vivir durante las horas de luz). Teniendo en cuenta, además, que por norma no suele ser divertido para casi nadie levantarse pronto.
Búhos y alondras
Los individuos suelen dividirse en búhos y alondras en función de su cronotipo. Las alondras son los que tienden a madrugar naturalmente. Los búhos los que se levantan más tarde. Los investigadores del sueño acostumbran a concordar que resulta difícil convertir a una alondra en búho, y viceversa.
Estos perfiles de sueño o cronotipos tienen un origen básicamente genético. Si bien, con el paso de los años, puede ir variando. Por ejemplo, a medida que envejecemos, tendemos a ser más alondras que búhos. Y los adolescentes tienden a ser más búhos que alondras.
Exigir, en consecuencia, que los adolescentes tengan que acudir a clase a las 8 de la mañana tal vez no sea lo más indicado si perseguimos en rendimiento académico, dado que éste depende del número de horas que el estudiante duerme, y apenas existen adolescentes que generalmente se acuesten antes de las once de la noche, que es la hora mínima requerida para estar al día siguiente en clase a las ocho en punto.
Tal vez el estudio más importante al respecto se llevó a cabo en 1998, publicándose en British Medical Journal, que comparó la salud, riqueza y funciones cognitivas de 300 alondras y búhos. La única diferencia significativa fue que los búhos tenían más ingresos que las alondras. Ambos grupos vivían más que los que se quedaban despiertos hasta muy tarde o madrugaban mucho. Sin embargo, el estudio se centraba en ciudadanos mayores, un grupo de edad en los que dormir más no está asociado necesariamente a vivir más.
Según explica el neuropsicólogo belga Philippe Peigneux en un estudio publicado en Science, con ayuda de la resonancia magnética funcional, los trasnochadores pueden permanecer despiertos durante más tiempo que los madrugadores antes de rendirse ante la fatiga mental. Así que vale la pena contraponer lo de “a quien madruga, Dios le ayuda”, por lo de “no por mucho madrugar, amanece más temprano”.
Vía | La Vanguardia
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