Balón gástrico, banda gástrica, bypass gástrico: lo que la ciencia dice de las "operaciones para adelgazar"

Perder peso puede ser una cuestión de estética o de salud. En algunos casos, cuando el sobrepeso es grave o existe un problema de obesidad, puede ocurrir que seguir una alimentación saludable y hacer ejercicio físico no sean suficientes para eliminar todos los kilos que amenazan el bienestar de una persona.

En esos casos, una intervención quirúrgica puede ser la mejor opción. Hay distintos tipos de cirugías para la obesidad, aunque casi todas se basan en lo mismo: reducir la capacidad del estómago para que la sensación de saciedad llegue antes comiendo menos.

Existen también otro tipo de operaciones para adelgazar, que son las de cirugía estética, en las que se trata de cambiar la apariencia pero no se interviene en el problema de fondo, y que normalmente se realizan sobre pacientes que no tienen un problema de salud grave.

Balón intragástrico

Consiste en introducir un globo dentro del estómago y allí llenarlo de suero para reducir su capacidad aproximadamente a la mitad, de esta forma con menos comida se consigue la misma sensación de saciedad, se va creando un déficit calórico y se van consumiendo las calorías acumuladas en forma de grasa corporal.

Normalmente es una operación con pocas complicaciones, que se puede realizar sin anestesia y sin hospitalización. El balón se introduce por nasogastria (una sonda que entra por la nariz) y baja hasta el estómago, donde el globo se llena y se sella.

Allí permanece unos 6 meses, y lo normal es perder peso a razón de un kilo a la semana, aunque eso dependerá mucho de cada persona. Lo ideal es emplear ese tiempo en una reeducación alimenticia, aprovechando la menor sensación de hambre para comer de forma más saludable.

Banda gástrica

La operación de banda gástrica, aunque también sencilla, es un poco más invasiva que la anterior. En este caso se coloca una banda hinchable alrededor de la parte superior del estómago, que lo aprieta ligeramente formando dos cámaras donde antes solo había una, como si pasásemos a tener dos estómagos.

Al comer, los alimentos caen en la primera de esas cámaras, y van pasando a la segunda poco a poco a través del hueco que deja la banda. Así aparece antes la sensación de saciedad y el estómago no se puede expandir para acoger más comida de la cuenta.

Además, normalmente la banda se puede hinchar o deshinchar varias veces. Normalmente se hincha una vez, al colocarla, y después de varias semanas o meses de tratamiento se reevalúa la necesidad de volver a hincharla y seguir con la reeducación alimentaria.

Manga gástrica

Esta operación es algo más complicada y conlleva más riesgo que las anteriores porque requiere de anestesia general. Se trata de grapar el estómago, reduciendo su capacidad aproximadamente un 70%. La parte que continúa operativa tiene una forma parecida a la de un plátano que enlaza el esófago con el intestino.

Bypass gástrico

Es la técnica más invasiva y normalmente la más eficaz. Consiste en unir la parte superior del estómago directamente con el intestino delgado, reduciendo drásticamente el espacio disponible para los alimentos que ingerimos, por lo que la saciedad llega mucho antes y se reducen las calorías ingeridas.

Hace falta anestesia general, hace falta hospitalización y la recuperación es más larga.

Abdominoplastia o liposucción

Ninguna de estas cirugías suponen una alteración del sistema digestivo, sino que se centran en eliminar la grasa corporal, por lo que se consideran meramente estéticas.

En una abdominoplastia, se levanta la piel del abdomen y se retira la grasa acumulada debajo, e incluso se refuerzan los músculos si estos están muy fláccidos. Es una operación muy invasiva, que requiere anestesia general y un tiempo de recuperación más largo que puede resultar bastante doloroso.

En una liposucción, en cambio, se aplica anestesia local para introducir una jeringa que absorba la grasa excesiva de cualquier parte del cuerpo que se quiera reducir. La recuperación es más corta y no es necesaria normalmente una hospitalización.

En ambos casos, al no haber una intervención sobre el sistema digestivo, se trata de una operación inútil si no se cambian los hábitos, ya que la grasa eliminada se puede recuperar fácilmente.

Para quiénes son adecuadas estas intervenciones

Una operación para bajar de peso no es una operación que cualquiera con sobrepeso deba considerar. Las primeras medidas a tomar atañen siempre al estilo de vida y a veces a tratar condiciones médicas que puedan estar detrás del aumento de peso, como el hipotiroidismo.

Los candidatos a someterse a una de estas intervenciones normalmente son personas con obesidad, especialmente si también sufren diabetes tipo 2. Deben conocer sus riesgos y beneficios y ser conscientes de que además de la intervención deben comprometerse a un cambio de vida, especialmente al modo de alimentarse.

En el caso de los niños y adolescente, no es habitual que se les someta a este tipo de operaciones. Cuando se consideran es porque a una edad temprana padecen una obesidad mórbida, con un índice de masa corporal de al menos 35, que puede poner en riesgo su salud más de lo que lo haría la propia operación.

Lo que dice la ciencia sobre sus riesgos

Es necesario entender que cualquier operación quirúrgica, por poco invasiva que sea, conlleva un cierto riesgo, especialmente cuando es necesaria anestesia local. Someterse a una debe ser una decisión bien meditada, médicamente justificada y todos sus riesgos deben ser comprendidos por el paciente.

En el caso de las intervenciones comentadas, con excepción de las operaciones meramente estéticas, además de los riesgos intrínsecos de cualquier operación, se puede producir dolor de estómago, las náuseas o los vómitos, las úlceras, la infección de las heridas y las hemorragias.

Sin embargo, en muchos casos una obesidad mórbida o un sobrepeso excesivo es un riesgo mayor para la salud de lo que pueda suponer cualquier cirugía: problemas cardiacos y circulatorios, problemas respiratorios, impacto de las articulaciones, dificultad para moverse y llevar una vida normal son algunos de los efectos que puede tener un exceso importante de peso.

Los beneficios de estas operaciones

Según una revisión de 54 estudios sobre cirugías gástricas para bajar de peso, en las personas con obesidad y diabetes o prediabetes una cirugía de este tipo ayuda a bajar de peso, a controlar la diabetes y a evitar que la diabetes empeore y a controlar los niveles de azúcar en la sangre mejor incluso que los medicamentos.

Según ese estudio, la diferencia de peso si el paciente se opera, si hace dieta y ejercicio o si solamente toma medicamentos para controlar la diabetes es notable. En el primer caso, los pacientes perdieron de 30 a 45 libras en un año (entre 13,6 y 20,4 kilos); en el segundo perdieron cerca de 6 libras (2,7 kilos) y en el tercero, su peso tras un año estaba entre 6 libras (2,7 kilos) por debajo y 5 libras (2,2 kilos) por encima, dependiendo del medicamento.

Esto demuestra que en aquellos pacientes que cumplen con los requisitos para someterse a una operación de este tipo, sus beneficios pueden en muchos casos compensar los riesgos.

Sin reeducación no sirven de nada

Como decimos, según la mayoría de los estudios, las operaciones para bajar de peso son la forma más efectiva de conseguirlo, y sus beneficios se perciben tanto a corto como a largo plazo: menos problemas de salud y movilidad y un mejor estado físico, emocional y social.

Sin embargo, dejando de lado las operaciones estéticas (que pueden ser totalmente inútiles si no hay un cambio de hábitos), las cirugías para adelgazar no son una fórmula mágica para adelgazar sin esfuerzo. Todas se basan en una reducción del estómago para que el paciente pueda comer menos sin pasar hambre, pero sin una reeducación alimentaria no servirán de nada a largo plazo.

El estómago puede volver a expandirse, de forma que es importante aprovechar los meses tras la operación para adoptar nuevos hábitos alimenticios y comenzar a hacer ejercicio. Así, el paso por el quirófano dará resultado a largo plazo y habrá merecido la pena, a pesar del riesgo.

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