Los seres humanos bostezamos por motivos muy dispares: porque estamos cansados, porque nos aburrimos, por contagio social (incluso es posible que leyendo sobre el bostezo, como ahora, acabéis haciéndolo). Casi todos los animales vertebrados bostezan. De hecho, los fetos humanos empiezan a bostezar cuando tienen alrededor de 11 semanas.
Las razones evolutivas del bostezo también son dispares: algunos científicos creen que bostezar provoca que estemos más alerta, ya que inhalamos más oxígeno. Otros señalan que el bostezo se debe a cambios químicos cerebrales relacionados con las emociones.
Bostezar incluso puede ser orgásmico, como les sucedía a algunos pacientes que tomaban el antidepresivo clomipramina: cada vez que lo hacía, sufrían un orgasmo involuntario.
Sin embargo, algunos bostezos pueden indicarnos que sufrimos un trastorno médico grave. Por ejemplo, algunos bostezos pueden preceder a un tipo de desmayo, que se conoce como síncope vasovagal.
Curiosamente, los esquizofrénicos suelen bostezar menos que las demás personas.
También bosteza en exceso algunas personas afectadas por determinadas afecciones neurológicas, entre ellas la esclerosis múltiple y la esclerósis lateral amiotrópica. O, tal y como señala Joan Liebmann-Smith en su libro Escucha tu cuerpo:
Algunos bostezos frecuentes son una reacción a la radioterapia para el cáncer así como a medicamentos que tratan la enfermedad de Parkinson. Algunos antidepresivos, como la paroxetina y la sertralina, pueden también dar lugar a frecuentes bostezos.