La cantidad de pelo que tenemos depende de nuestra herencia genética, no sólo de nuestra familia sino también de nuestro grupo étnico.
Los norteamericanos, por ejemplo, suelen tener muy poco pelo en la cara, o incluso nada. Los procedentes del este de África tienen más pelo generalmente que los de África occidental. Los hombres que tienen más pelo en el pecho suelen ser los de Oriente Próximo, el sur de Asia y Europa. Los japoneses tienen menos probabilidades de quedarse calvos.
A pesar de que en la Inglaterra isabelina tener la frente despejada era un rasgo de belleza (las damas de alcurnia se la afeitaban o incluso se aplicaban en la zona vendas empapadas en vinagre y frotadas con heces de gato para depilársela), lo cierto es que todos nosotros preferimos conservar nuestra mata de pelo. Quedarnos calvos acostumbra a ser traumático.
Las razones por las que la densidad de nuestro cabello cambia son muchas. Por ejemplo, algunas mujeres sufren caída de pelo unos meses después de dejar de tomar píldoras anticonceptivas, o tras una terapia de sustitución hormonal. Durante el proceso del embarazo, sin embargo, el crecimiento del pelo se acelera y se suelen exhibir cabelleras más abundantes y consistentes. Desafortunadamente, tres o cuatro meses después de dar a luz, se pierden los cabellos ganados.
En el caso de los hombres, los desarreglos hormonales suelen ser la causa más común de caída de cabello. La ingestión de demasiada clara de huevo también puede hacerlo, o también de alimentos que contengan clara de huevo, como la mayonesa, la mousse o el aliño para ensaladas. Esta rara afección se denomina deficiencia de biotina o enfermedad de la clara de huevo.
Un exceso de vitaminas y minerales esenciales (especialmente de vitamina A y selenio) también pueden provocar pérdida de pelo.
Pero, más tarde o más temprano, la mayoría de los hombres empiezan a sufrir alopecia natural, aunque raramente los hombres se quedan calvos como Yul Brynner o Bruce Willis: que se afeitan la cabeza. La calvicie de patrón masculino siempre deja un borde de pelo en forma de herradura alrededor de la cabeza, el llamado “gorro de monje”.
Si no tenéis este problema y os sobran 25 o 30 centímetros de pelo sin canas, siempre podéis donarlos a Mechones de Amor, una organización sin ánimo de lucro que proporciona pelucas y postizos a niños que sufre pérdida de pelo a causa de tratamientos contra el cáncer u otras enfermedades.
El pelo de la cabeza crece alrededor de 1,25 centímetros al mes. Aproximadamente el 90 % del mismo está en fase de crecimiento (anágena), que puede durar entre dos y seis años. El otro 10 % está en fase de reposo (telógena), que dura alrededor de dos o tres meses. Por término medio, se nos caen entre cincuenta y cien pelos al día.
A no ser que sufras de tricotilomanía, un trastorno en el que el paciente se arranca compulsivamente el pelo de la cabeza e incluso de las pestañas. Lo padece entre el 3 % y el 5 %, y es más frecuente en niños que en adultos. Las personas que presentan este trastorno también presentan síntomas de problemas psicológicos, como depresión, ansiedad, comportamiento obsesivo compulsivo, etc.
En cualquier caso, hay que atender a las palabras que dijo el orador y político de la antigua Roma Cicerón:
Es estúpido tirarse de los pelos cuando se está muy apenado, como si la tristeza se pudiera atenuar con la calvicie.
Vía | Escucha tu cuerpo de Joan Liebmann-Smith