El mal aliento o halitosis es un problema que afecta a millones de personas solo en Estados Unidos. Se estima que más del 50% de las personas la padecen en algún momento de su vida. Tanto es así que, en 1921, la empresa Listerine lanzó una campaña publicitaria para promover la venta del líquido antiséptico que fabricaba para combatir la halitosis y vendieron su producto como enjuague bucal. El nuevo enfoque hizo subir las ventas de los 100.000 dólares hasta más de 4 millones en solo seis años.
Sin embargo, hay algunos tipos de mal aliento particularmente engorrosos, y que además pueden ser signos de enfermedades graves. Lo más extraños quizá sean los siguientes.
Aliento con olor a ajo
Si bien podría ser una gran autodefensa contra los vampiros, tener aliento a ajo no es nada agradable. Sobre todo si no hemos tomado ajo. En ese caso, podría ser un signo de intoxicación por selenio, también conocida como selenosis. Aunque es un importante antioxidante, no debe tomarse en dosis muy elevadas.
Además de ser encontrarse en suplementos vitamínicos, el selenio también lo podemos hallar en las nueces (particularmente las nueces de Brasil), en la carne, en el pescado y, sí, en el ajo. Pero no hay que preocuparse: es difícil que consigamos comer suficiente cantidad de estos alimentos como para provocar este problema.
Aliento con olor a orina
Si vuestra boca huele a orina o a limpiacristales puede ser una señal de enfermedad renal o incluso de una insuficiencia renal crónica que podría ser mortal.
Los diabéticos y los hipertensos tienen mayor riesgo de desarrollar una enfermedad renal, así que deberían estar más atentos ante esta desagradable señal.
Aliento fecal
Si vuestro aliento desprende un olor inconfundible a caca, podríais tener algún trastorno relacionado con el estómago y la digestión. Por ejemplo, podría ser un signo de obstrucción intestinal o de repetidos vómitos por bulimia.
También puede ser un signo de enfermedad por reflujo gastroesofágico o reflujo ácido, afección en la que los ácidos del estómago fluyen al esófago.
Joan Liebmann, en su libro Escucha tu cuerpo, ofrece otra explicación alternativa:
El aliento fecal puede también ser signo de un trastorno muy controvertido cuyo nombre da miedo: permeabilidad intestinal (conocida también como síndrome del intestino agujereado). En este trastorno, que se considera bastante común, el revestimiento intestinal se vuelve excesivamente poroso. Según esta teoría, las toxinas y los alimentos sin digerir penetran en el torrente sanguíneo, lo cual puede desencadenar alergias alimentarias y enfermedades autoinmunes.