En 1911, el químico polaco Casimir Funk hizo uno de los descubrimientos biomédicos más influyentes de todos los tiempos.
Se enteró de que una enfermedad llamada beriberi afectaba a quienes comían una dieta de arroz principalmente blanco, pero no a aquellos que comían principalmente arroz integral. Él aisló un químico del salvado de arroz, demostrando que podía prevenir el beriberi, y lo llamó "vitamina" (de «vital amina», nombre sugerido por Max Nierenstein un amigo y lector de bioquímica en la Universidad de Bristol.)
Vitaminas y salud
Ahora llamamos a ese compuesto descubierto por Funk como vitamina B1. Es uno de los muchos nutrientes esenciales que el cuerpo humano no puede producir en cantidades suficientes y que debemos obtener de los alimentos.
El avance de Casimir llevó a descubrimientos similares, incluidos los compuestos que previenen el escorbuto y el raquitismo. En 1920, Jack Cecil Drummond propuso que la “e” final (vitamine) se suprimiera para restarle importancia a la referencia “amina”, cuando los investigadores empezaron a sospechar que no todas las “vitaminas” (en particular, la vitamina A) tenían un componente de amina.
El éxito inicial en la identificación, prevención y curación de deficiencias nutricionales condujo naturalmente a la idea de que los suplementos dietéticos eran buenos para todos (una idea, en todo caso, discutible si no padecemos alguna clase de enfermedad). La ciencia ahora reconoce alrededor de una docena de vitaminas que se necesitan para la función celular normal, el crecimiento y el desarrollo.
Imagen | Gonmi
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