Todavía no han llegado, pero lo harán. Me refiero a tiendas gigantescas en las que solo se venden diferentes tipos de vitaminas y complementos nutricionales. En la ciudad de Nueva York podemos encontrar ya un buen puñado de ellas: cada año se gastan 25.000 millones de dólares en estas vitaminas.
Porque tendemos, cada vez más, a tener miedo a la muerte y la enfermedad, huimos de la Parca (cuando otros parecen buscarla para dejarle de tener miedo), o al menos queremos dejar cadáveres bonitos y saludables. Pero el caso de las vitaminas empieza a ser flagrante.
Las farmacias ganan mucho dinero comercializando complejos multivitamínicos y suplementos dietéticos. Lo cual no es tan extraño si tenemos en cuenta que también hacen el agosto vendiendo homeopatía.
Las vitaminas son importantes para la salud, pero un exceso de ellas no provoca una mejoría. más bien al contrario. Por ejemplo, el caso más extremo es el de la vitamina C, sobre la cual no hay suficiente evidencia de que combata la gripe, los resfriados o el envejecimiento. Una exageración que nació, en parte, por culpa de las afirmaciones de Linus Pauling, premio Nobel de Química y de la Paz.
Abunda en ello J.M. Mulet en su libro Comer sin miedo:
Dado que estos suplementos son tan populares, se han podido realizar estudios de seguimiento de la salud de estos consumidores. Los estudios hechos a partir de datos recogidos por unos ochenta y tres mil médicos indican que no hay ninguna mejora en la salud cardiovascular entre los que toman más vitaminas y los que no.
Otro estudio británico estuvo suplementando a veinte mil adultos con vitamina C, E y A durante cinco años, y tampoco constató ninguna mejora en la salud cardiovascular ni se ha probado que protejan los depósitos de colesterol en las arterias. Lo más curioso es que, comparando todos los análisis, se constató que la tasa de muertes prematuras era sensiblemente mayor entre los que tomaban suplementos de vitaminas, aunque es muy aventurado afirmar que la culpa sea de estas vitaminas y que no estén influyendo otros factores.
Una persona que sigue una dieta equilibrada probablemente no surgirá ninguna carencia de vitaminas, si acaso, según el Libro Blanco de la Nutrición en España, solo puede haber carencias de zinc y ácido fólico, y de vitamina D en mayores de cincuenta años. Es más económico comerse una pieza de fruta que comprar un frasco de píldoras.
A pesar de lo que dependemos de las vitaminas para nuestro bienestar, somos incapaces de producirlas por nosotros mismos. Pero salvo casos puntuales en los que debemos dejarnos aconsejar por un facultativo, no será necesario tomar suplementos además de lo que ya ingerimos en la dieta. Para que los alimentos no pierdan el contenido de vitaminas es recomendable no cocinarlos durante mucho tiempo o con altas temperaturas.
Imágenes | Pixabay
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