Existen muchas ideas a propósito de la epidemia de obesidad que está sufriendo el Primer Mundo, desde la invención de la luz eléctrica hasta el exceso de sedentarismo, pasando por una especie de contagio social.
Una idea menos evidente es que la obesidad también podría ser resultado del abaratamiento de la comida.
Comida barata, comida basura
Cuando nos indican que una comunidad es pobre pero entre sus miembros hay muchas personas obesas pudiéramos creer que entonces no son tan pobres, pero lo cierto es que la pobreza propicia la obesidad: entre otras cosas, porque el bajo poder adquisitivo te obliga a consumir alimentos muy calóricos y baratos (precisamente los que más engordan), en vez de frutas y verduras (mucho más caros).
La cuestión es que la comida se ha ido abaratando mucho en las últimas décadas, y ello mantiene una correlación con el incremento de obesidad. En 1971, los estadounidenses gastaban el 13,4% de sus ingresos disponibles en alimentación, pero actualmente gasta solo el 6,5%. Por contrapartida, algunas frutas y verduras han aumentado su precio de forma significativa, tal y como sugiere este estudio de Michael Grossman, Erdal Tekin y Roy Wada.
Según sus cálculos, una dieta altamente nutritiva puede costar hasta diez veces más que una dieta basada en la comida basura o con bajos niveles nutricionales, como las galletas, las patatas chips o los refrescos.
Probablemente no hay una causa única para la obesidad global, y todas ellas contribuyen en algún porcentaje difícil de determinar, pero quizá incrementar el precio de determinada clase de alimentos pudiera contribuir a desincentivar su consumo, como ya están empezando a hacer con algunas iniciativas.
Imagen | acrib
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