A veces, que nos pique y no nos podamos rascar puede resultar desesperante. Afortunadamente, basta con rascarse un poco para que el comecome desaparezca.
Sin embargo, de resultas de tumores cerebrales, apoplejías, trastornos autoinmunes o incluso como efecto secundario de algunos medicamentos, puede asaltarnos una picazón imposible de calmar... por mucho que nos rasquemos hasta incluso el punto de hacernos sangre.
Un caso extremo
El caso más extremo de picazón crónica probablemente sea el caso de una paciente conocida por "M", una mujer de Massachusetts de menos de cuarenta años que desarrolló la picazón en la parte superior de la frente tras haber padecido un herpes zóster.
De tanto frotarse y rascarse la piel en la zona del cuero cabelludo, se arrancó la piel. Estamos hablando de solo una zona de cuatro centímetros de diámetro.
Tal y como lo describe aterradoramente Bill Bryson en su libro El cuerpo humano:
Se frotaba furiosamente la zona mientras dormía, hasta el punto de que una mañana al despertar descubrió que le corría fluido cerebroespinar por la cara: se había rascado el hueso del cráneo hasta llegar al cerebro. Parece que actualmente, más de una docena de años después, es capaz de controlarse y puede rascarse sin hacerse daño, pero la picazón no ha desaparecido. Lo más desconcertante es que ha destruido todas las fibras nerviosas de ese trozo de piel, y, sin embargo, la desquiciante picazón persiste.
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