Las ciudades están muy contaminadas, y sobre todo son preocupantes las llamadas partículas finas, que han sido vinculadas a problemas muy diversos de salud: desde problemas de cognición en el colegio hasta el incremento de riesgo de autismo.
Cada vez hay más evidencias científicas de los nocivos efectos de la contaminación sobre nuestro cerebro, y la última es la que asocia la contaminación al incremento de riesgo de sufrir Alzhéimer.
El problema de la magnetita
El Alzhéimer es la causa más frecuente de demencia en Occidente y representa entre el 60 y el 80% de todas las demencias que diagnosticamos. Y, debido al envejecimiento de la población, el número de personas afectadas podrá triplicarse en los próximos años. Y uno de los factores que puede estar propiciándolo son las nanopartículas de magnetita.
Tal y como revela un reciente estudio publicado en The Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) por parte de investigadores de la Universidad Lancaster (Gran Bretaña), la magnetita está implicada en la producción de especies reactivas de oxígeno, que a su vez están asociadas con enfermedades neurodegenerativas.
Las partículas de magnetita son cristales que se forman por el hierro que expulsan a veces las propias células y son totalmente inocuos, así que ya las tenemos en el cuerpo. Pero los cristales nocivos no son naturales, sino nanopartículas esféricas que solo pueden formarse a altas temperaturas como las que tienen lugar en la combustión interna de un motor.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores coordinados por Barbara Maher analizaron muestras de tejido cerebral de 37 personas fallecidas, de entre 3 y 92 años. Y vieron que había presencia abundante de nanopartículas magnéticas en el tejido de la corteza frontal de los 37 individuos. El análisis espectroscópico posterior más completo identificó las partículas como magnetita.
Los investigadores han encontrado concentraciones de estas partículas 100 veces superiores a los cristales de magnetita naturales que el organismo produce. Tal y como explica la doctora Barbara Maher:
En algunas muestras hay millones de esas partículas en un solo gramo de tejido cerebral congelado.
¿De dónde vienen?
Todavía no es seguro que estas partículas procedan de la contaminación, solo es una hipótesis: hacen falta más pruebas. jido nervioso. Sin embargo, se trata solo de una hipótesis que no puede ser confirmada hasta que no se hagan estudios con más profundidad. Con todo, según Maher:
La magnetita no es algo que quieras tener en el cerebro porque es particularmente tóxica ahí. Se trata de un mineral que puede generar partículas reactivas de oxígeno conocidas como radicales libres, que están relacionadas con el envejecimiento y los daños neurológicos.
Por si acaso, pues, podríamos mudarnos a las ciudades donde hay menos coches contaminantes.
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