Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, miles de ciudadanos del país ya han muerto de gripe o neumonía, y la temporada podría saldarse con más de 50.000 pacientes.
Son cifras muy pequeñas si las comparamos con el brote más letal de gripe, que tuvo lugar hace un año, que se cobró la vida de 670.000 hombres, mujeres y niños estadounidenses y hasta 50-100 millones de personas en todo el mundo. Con todo, son cifras preocupantes.
Hay que tomarla en serio
La gripe nos parece una enfermedad infecciosa sin mayores complicaciones: unos días de reposo, y curado. Sin embargo, esto no es así para miles de personas, particularmente entre los ancianos.
Es por ello que, entre las lecciones más importantes que los investigadores médicos obtuvieron a partir de la gripe más letal, es la importancia crítica de vacunarse. Es una lección que gran parte del público continúa ignorando, incluso a medida que nuestra comprensión científica de las enfermedades transmisibles continúa creciendo.
Para que una gripe sea más virulenta que otra, debemos tener en cuenta la tasa de vacunación y la eficacia de dicha vacunación, pero también la cepa del virus. La de esta temporada es la H3N y es particularmente virulenta. Es similar a la cepa H1N1 que desencadenó la pandemia de gripe de 1918 (en aquella época no existían aún vacunas).
Los investigadores han tenido dificultades para crear vacunas eficaces para la cepa H3N2; la vacuna contra la gripe de este año tiene solo un 36 por ciento de efectividad en la protección contra el virus, en comparación con un promedio del 45 por ciento en los últimos siete años.
Pero ello no es óbice ni cortapisa para que no nos vacunemos: como resultado de la inmunidad colectiva, incluso las vacunas de baja eficacia son suficientes para frenar una pandemia si las tasas de vacunación son altas.
Si demasiadas personas optan por no vacunarse, las comunidades se vuelven vulnerables a las epidemias de gripe. Según el CDC, solo el 38 por ciento de la población optó por vacunarse a partir de noviembre de 2017. Las bajas tasas de vacunación son particularmente peligrosas para los niños y los ancianos, que son especialmente susceptibles a la gripe.
Como individuos, tenemos muy poco control sobre la cepa de la gripe que surge en un año determinado, o la eficacia de una vacuna, pero sí tenemos control total sobre si nos vacunamos. Es una responsabilidad individual, pero también una responsabilidad cívica colectiva.
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