Aunque no dejan de cantarnos las excelencias tecnológicas que se aplican a las zapatillas deportivas, con sistemas de amortiguación, cámaras de aire y materiales que se ajustan al movimiento, lo cierto es que no existe evidencia sólida de que estos hitos del calzado deportivo prevengan las lesiones cuando corremos.
El más importante trabajo de investigación acerca de la falta de evidencia al respecto es el realizado por Craig Richards, investigador de la Universidad de Newcastle en Australia, que fue publicado en 2008 en la British Journal of Sports Medicine. Ni una prueba de que el calzado deportivo reduzca las lesiones muscoloesqueléticas relacionadas con correr.
Por si esto fuera poco, las zapatillas deportivas más caras pueden ser incluso peores que las zapatillas deportivas más baratas. Es lo que sugieren los estudios de Bernard Marti, especialista en medicina preventiva en la Universidad de Berna, en Suiza. Según Marti, los corredores que usan las mejores zapatillas del mercado tienen un 123 % más de probabilidades de lesionarse que los corredores que usan zapatillas baratas.
En el estudio se investigaron nada menos que 4.358 corredores en el Grand Prix de Berna. Todos los corredores completaron cuestionarios sobre sus hábitos de entrenamiento y el tipo de calzado empleado. El 45 % había sufrido alguna lesión en un período de tiempo de un año.
La variable más frecuente en todos los lesionados era: el precio de las zapatillas. Cuanto más caras, más lesiones. Su estudio fue publicado en el American Journal of Sports Medicine en 1989.
Un estudio de 1991 de Medicine & Science in Sports & Exercise señala lo mismo: “los corredores que usan zapatillas caras que se venden anunciando características adicionales de protección se lesionan con una frecuencia significativamente mayor que los corredores que usan zapatillas baratas (con un precio menor a 40 dólares).”
Mejor usadas que sin usar
Por si esto fuera poco, cuanto más nuevas son las zapatillas deportivas, peor. A nuestros pies les gustan las zapatillas usadas, acomodadas a nuestros vicios, tal y como señaló en 1998 Barry Bates, jefe del Laboratorio de Medicina Deportiva y Biomecánica de la Universidad de Oregón en un artículo publicado en el Journal of Orthopaedic & Sports Physical Therapy. Christopher McDougall abunda en ello en su libro Nacidos para correr:
¿Y cómo es que el control de pies y las suelas desgastadas contribuyen a tener unas piernas libres de lesiones? Debido a un ingrediente mágico: el miedo. Al contrario de lo que todos eso nombres acolchados como Adidas MegaBounce quieren hacernos creer, toda esa protección no hace nada por reducir el impacto. Lógicamente, esto debería ser obvio: dado que el impacto de correr sobre las piernas puede llegar a ser hasta doce veces el peso del cuerpo, resulta absurdo creer que un centímetro de hule va a suponer alguna diferencia contra, en mi caso, 1.250 kilos de carne terrestre. (…) Conforme las zapatillas se desgastan y su amortiguación se endurece (…) los pies de los corredores ganan estabilidad y se hacen menos temblorosos.
Es decir, que a mayor amortiguación, más golpeamos con el talón, por ejemplo. Lo hacemos instintivamente cuando notamos una superficie blanda, de igual forma que alzamos los brazos automáticamente cuando resbalamos.
Foto | Cserlajos | ms4denmark
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