Si publica otro estudio, el más grande hasta la fecha, sobre la seguridad de las vacunas

Ya sea porque vivimos un posmodernismo atroz a rebufo del Mayo del 68, ya sea porque hay escasa formación en conocimiento científico y epistemología, lo cierto es que cada vez son más las voces que sostienen que las vacunas no son seguras.

Los antivacunas incluso están mejor informados que el ciudadano medio sobre el tema (aunque estén equivocados), pero sencillamente no parecen confiar en todos los estudios que existen en su contra. Por si no había suficiente, acaba de publicarse otro, el más grande hasta la fecha, que vuelve a hacer tambalear esta conspiranoia.

Paperas, el sarampión y rubéola

Investigadores en Dinamarca acaban de publicar el estudio más grande hasta la fecha que muestra que no existe un vínculo entre la vacuna contra las paperas, el sarampión y la rubéola y el desarrollo del autismo.

Los investigadores daneses diseñaron un estudio a nivel nacional que incluyó 657 461 niños nacidos entre enero de 1999 y diciembre de 2010. En el transcurso de una década, los sujetos participaron en exámenes de seguimiento. De esos niños, que no fueron vacunados en su totalidad, 6 517 desarrollaron autismo. Los científicos analizaron esos datos y concluyeron que el riesgo relativo de desarrollar autismo después de recibir la vacuna era de 0.93, estadísticamente inexistente.

La investigación, publicada en Annals of Internal Medicine, es significativa porque representa el estudio de mayor tamaño muestral hasta la fecha sobre este tema. No es el único estudio que no ha encontrado un vínculo entre la vacuna y el autismo. Al menos dos estudios publicados en la revista Vaccine, así como estudios publicados por el New England Journal of Medicine y el Journal of the American Medical Association también han demostrado que no existe una correlación entre las vacunas y el riesgo de autismo. Además, algunos estudios incluso han demostrado que las vacunas tienen beneficios no deseados.

Un problema creciente

La Organización Mundial de la Salud ha señalado este año al "indeciso de la vacuna" entre sus 10 principales amenazas para la salud mundial. De hecho, en 2018, un brote de sarampión ampliamente reportado se atribuyó, en parte, a un movimiento de antivacunas.

La vacunación es una de las formas más rentables de evitar la enfermedad: actualmente previene de 2 a 3 millones de muertes por año, y podrían evitarse otros 1,5 millones si se mejorara la cobertura mundial de vacunas.

El rechazo de las vacunas entró en la corriente principal poco después de que se publicara un estudio en 1998 en la revista The Lancet, que vinculaba la vacuna contra las paperas, el sarampión y la rubéola con el autismo. Desde entonces, el estudio se ha retirado después de que se descubriera que varios elementos del documento eran incorrectos. Pero aquellos que se han comprometido con la conspiración e ignoran todas las investigaciones que han demostrado lo contrario, siguen siendo una amenaza para la salud pública.

A la ciencia, parece evidente, se le antoja irrelevante lo que sostenga la mayor parte de la opinión pública: los hechos son los hechos, y las opiniones valen poco al respecto: analizar los hechos requiere de complejos estudios o ensayos de laboratorio. No vacunarse no es una decisión individual: afecta a toda la comunidad. Por eso Francia optó por usar las leyes para obligar a las personas más renuentes.

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