El sueño es un proceso tan importante en el ser humano como la vigilia. Tanto es así que uno de los métodos más efectivos de tortura consiste en la privación del sueño. Andrew Hogg, de la Medical Foundation for the Care of Victims of Torture del Reino Unido, afirma que “es una forma tan estandarizada de tortura que prácticamente todo el mundo la ha utilizado en un momento u otro”.
En ese sentido, no debéis confiar en casos extraños de personas que dicen haber permanecido despiertas durante meses o años. Permanecer demasiado tiempo sin dormir es imposible. Y el único caso documentado sobre un hombre que se mantuvo en la vigilia por más tiempo fue el de Randy Gardner.
Gardner, a los 17 años, por allá en 1965, permaneció despierto 11 días sólo por diversión, y sin usar drogas estimulantes. Así describe el neurólogo David Linden su caso:
Durante este período, Gardner al principio se fue poniendo de mal humo, sus gestos se fueron haciendo más torpes y su estado de ánimo era más irritable. A medida que el tiempo avanzaba, empezó a tener delirios (decía que era un famoso jugador profesional de fútbol americano), luego tuvo alucinaciones visuales (vio un camino que cruzaba un bosque que se extendía justo donde terminaba su dormitorio), paranoias y una ausencia completa de concentración mental. De forma sorprendente, después de quince horas de sueño, casi todos estos síntomas se mitigaron. Aquel incidente al parecer no dejó en Gardner ninguna lesión física, cognitiva o emocional duradera.
El tiempo máximo que una persona puede mantenerse sin dormir no se conoce con exactitud. Y, aunque no hay bibliografía científica de humanos que hayan muerto por privación total de sueño, hay indicios de este tipo de muerte en los experimentos que los nazis llevaron a cabo en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, así como informes de ejecuciones en la China del siglo XIX en la que se aplicó.
Estos documentos sugieren que la muerte llega a las 3 o 4 semanas de privación de sueño.
Experimentos realizados con ratas demuestras que la privación total del sueño les causaba también la muerte en 3 o 4 semanas. Si bien se desconocía la causa exacta de la muerte, los animales padecían lesiones en la piel y su sistema inmunitario empezó a fallarles de manera gradual.
Esta citación hacía que al final el cuerpo del animal fuera colonizado por bacterias que en otras circunstancias hubieran sido benignas y que por regla general sólo se hallaban presentes en el tracto digestivo.
A este respecto, también existe una enfermedad sumamente rara (sólo se ha hallado en algunas familias), llamada Insomnio Familiar Fatal (IFF). Este trastorno genético se presenta entre los 50 y 60 años, de un día para otro, y los síntomas son que la persona no puede dormir. Aunque el paciente intente en vano conciliar el sueño, sólo logra un estado de letargo que no le permite el descanso. Después de ocho meses, la fase final del insomnio lleva a un coma profundo y sin retorno. Actualmente no existe tratamiento ni cura para esta enfermedad.
Vía | El cerebro accidental de David Linden