Cuando el artista experimental Rory Viner y su pareja practican sexo, escuchan en tiempo real los sonidos que producen, por lo que tiene lugar un feedback entre coito y las ondas a través del cual se consiguen producir las siguientes composiciones "musicales", aglutinadas la obra Sexo, sensores y sonido. La dilatación de las geografías internas.
No imaginéis el ruido de los muelles de la cama, o el sincopado golpeteo del cabecero de la cama contra la pared. Estos sonidos se consiguen colocando en el cuerpo de los amantes diversos sensores piezoeléctricos que, duranteo el acto sexual, activan unos acordes previamente asignados. Después, los registros sonoros pasan en formato MIDI a un sintetizador que los convierte en "música" (si es que se puede llamar así).
Podéis escuchar una de las piezas aquí arriba. El propio Viner explica así su hito:
Yo había pensado previamente que este bucle de retroalimentación crearía una mayor simpatía o sentimientos de conexión, pero la experiencia fue bastante diferente. En lugar de colapsar la distancia, de hecho, se creó una distancia que interfería con la inmediatez emocional del momento, creando una suerte de efecto despersonalizado.
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