Las actuales cámaras vigilabebés permiten una monitorización continua de nuestros retoños, no solo si estamos en la habitación contigua, sino lejos de allí, a través de internet.
El problema de estos dispositivos es que hackers y pedófilos tratan de vulnerarlos de manera rutinaria, dado que la mayoría de ellos no requieren contraseña o bien utilizan una estándar que proporciona el fabricante.
Comercio clandestino de imágenes
Por esa razón, existe un comercio de imágenes de cámaras de vigilancia de bebés, no solo de los propios bebés, sino de madres amamantándolos. Tal y como lo denuncia Marc Goodman en su libro Los delitos del futuro:
Estas cámaras no solo permiten realizar panorámicas completas, sino también ajustar el ángulo y ampliar o reducir la imagen, e incluyen audio bidireccional, gracias al altavoz y micrófono incorporados, que permiten a los padres escuchar y hablar a sus pequeños.
Goodman narra diversos casos en los que padres han sido alertados por las voz masculina que surgía de la cámara, despertando al bebé, e incluso llámadole por su propio nombre porque éste estaba escrito en la pared. Uno de los casos tuvo lugar con una cámara del fabricante Foscam, que finalmente tuvo que admitir que el dispositivo tenía una "vulnerabilidad en el firmware".
Resulta a la vez irónico e inquietante que los dispositivos que las familias adquieren para protegerse en realidad pueden ser utilizados a modo de armas contra ellas y abrir paso a los problemas en el seno de su hogar.
Se calcula que en Estados Unidos son ya más de 700.000 personas las víctimas de esta práctica.
Ante lo cual, lo aconsejable es cambiar la contraseña de estos dispositivos y usar una que sea difícil de descifrar, así como tapar el objetivo si no la estamos usando o queremos garantizar un momento de intimidad. Así de extraños son estos nuevos tiempos de conectividad global.
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