Cuando la precisión en las medidas cambia las teorías científicas

Todavía hoy día hay gente que afirma que la evolución no es real y, lo que es más sorprendente, que la Tierra es plana. Salvando las distancias, el problema es el mismo cuando hablamos con alguien sobre la dilatación del tiempo en Relatividad Restringida o de la cuántica. De hecho, costó unos cuantos años que los científicos aceptaran la deriva continental que hoy aceptamos sin mayor problema. ¿Por qué nos cuesta tanto creer a algunos estas cosas? ¿Dónde está el problema?


Esta repuesta nos la dio Isaac Asimov: el problema es la precisión en la medida. Las teorías predicen los resultados de un experimento con mayor o menor exactitud y ser más exactos nos permite conocer detalles que sin ellos nuestra concepción de la Naturaleza sería totalmente diferente.

Tomemos, por ejemplo, la Tierra. En nuestro entorno más cercano vemos montañas y valles, pero en general, si no salimos de dicho entorno, podríamos aceptar que es plana y, de hecho, los mapas que tenemos así la consideran si es que el territorio abarcado no es muy grande.

Si realmente la Tierra fuera plana, la curvatura sería absolutamente cero. Pero no lo es: cada ocho kilómetros el terreno desciende cinco metros, lo que corresponde a 0,625 metros por kilómetro. Es un número muy pequeño, pero no es cero. La diferencia entre el cero y ese número tiene una consecuencia decisiva: que la Tierra no es plana.

Consideremos ahora las Leyes de Newton frente a la Relatividad de Einstein. La diferencia, esta vez, está en que la luz tarda en recorrer un metro 0,0000000033 segundos. La diferencia entre ese número y 0 sería como considerar la velocidad de la luz como infinita. Y, realmente, la velocidad de la luz es muy grande, pero no infinita. Si queremos recuperar la teoría clásica y las transformaciones de Galileo a partir de las transformaciones de Lorentz lo único que hay que hacer es cambiar la velocidad de la luz por infinito. Pero en nuestra vida diaria podemos hacer esa simplificación y considerar que hace un metro en cero segundos.

Lo mismo sucede con la Teoría Cuántica. En ella se afirma que la energía no cambia de forma continua sino que cambia a saltos. Lo que pasa es que esos saltos son realmente pequeños: del orden de la constante de Planck, que es una constante pequeñísima (es 0,000000000000000000000000000000000626 J*s). La diferencia entre dicho valor y cero hace que la teoría cuántica corrija la clásica y que la energía vaya en forma de saltos y no de forma continua.

No sólo Cuántica y Relatividad necesitan precisión en las medidas

Otro ejemplo está en deriva continental. Los continentes europeo y americano se alejan a razón de unos pocos centímetros por año. La diferencia entre esa escasa distancia y cero es la que pone en marcha el proceso de la deriva continental. Lo mismo sucede con las mutaciones en la evolución. Son procesos tan lentos en el tiempo que son apenas perceptibles por el hombre; pero no son exactamente cero, sino ligeramente por encima de él. Es por ello que costó tanto que estas teorías fueran aceptadas.

El ejemplo más cercano que tenemos es el caso de las ondas gravitatorias. Hemos podido corroborar su existencia porque el LIGO ha sido capaz de detectar estiramientos y compresiones de 0,000000000000000001 metros en una distancia de 4 kilómetros. Para hacernos una idea de ese número, es la milésima parte del diámetro de un protón. La diferencia entre un cero absoluto y esa mínima distancia es la que nos hace corroborar que existen las ondas gravitatorias.

Así que con estos ejemplos ya podemos ver la importancia de la precisión en las medidas: pueden cambiar nuestra visión de la Naturaleza.

Fuente | Isaac Asimov, El secreto del Universo y otros ensayos científicos.
Foto | Pixabay
Foto | Osvaldo Cangas Padilla

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