Durante el siglo XIX, Estados Unidos se convirtió en el país más innovador del mundo en el terreno tecnológico y económico gracias al sistema de patentes, que protegía los derechos de propiedad de las ideas.
Ello, a su vez, permitió que personas que partían de una situación económica social y económica desfavorable, usando exclusivamente el poder de sus buenas ideas, pudieran escalar de una forma inédita en la historia de la humanidad.
Escalando socialmente
Según explican Daron Acemoglu y James A. Robinson en su libro Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza:
Entre 1820 y 1845, solamente el 19 por ciento de los titulares de patentes de Estados Unidos tenían padres que fueran profesionales o de grandes familias terratenientes conocidas. Durante el mismo período, el 40 por ciento de los que poseían patentes solamente habían cursado estudios primarios o menos.
Las ideas, las buenas ideas, sencillamente competían en un terreno donde había igualdad de condiciones. O, al menos, una igualdad de condiciones mucho mayor. Aunque fueras pobre, si tenías una buena idea, podías obtener una patente de la misma, un trámite que no era demasiado costoso.
Posteriormente, esa idea podía venderse a otra persona o empresa que pagara con ella, lo que te permitía ganar dinero y prestigio. Es algo que, por ejemplo, hacía extraordinariamente bien Thomas Edison, invento del fonógrafo y la bombilla, que logró registrar 1.093 patentes a su nombre en Estados Unidos, y 1.500 en todo el mundo.
Pero si tenías pocas ideas o solo una, entonces la mejor forma de ganar dinero era crear un negocio. Eso, a su vez, requería capital. Pero al sistema de patentes se le unió otra circunstancia halagüeña en tal contexto: los bancos estaban dispuestos a prestarte el dinero, debido a que hubo una rápida expansión de la banca y la intermediación financiera.
“Mientras que en 1818 había 338 bancos en funcionamiento en Estados Unidos, con activos totales por valor de 160 millones de dólares, en 1914 ya había 27.864 bancos, con activos totales valorados en 27.300 millones de dólares. Los inventores en potencia tenían fácil acceso al capital para crear sus empresas. Además, la intensa competencia entre bancos e instituciones financieras provocaba que el capital estuviera disponible a tipos de interés bastante bajos.”
Por ello, si bien las instituciones económicas son críticas para establecer si un país es pobre o próspero, son la política y las instituciones políticas las que determinan las instituciones económicas del país.
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