¿Cuántas horas debemos (y debíamos) trabajar para pagar una hora de luz?

Hay muchas actividades diarias que soy incapaz de hacer a oscuras. No porque me vaya a partir la crisma al no ver algún obstáculo sino porque sencillamente me parece inconcebible. Por ejemplo, soy incapaz de cenar a oscuras: las pocas veces que me he visto obligado a hacerlo creo que estuve al borde de la depresión.

Ahora imaginaos vuestra vida a oscuras, quizá con la única iluminación de una hoguera. En ese sentido, la luz es un pequeño milagro cotidiano que, a pesar de las continuas subidas de precio, cuesta bastante poco. Sobre todo si lo comparamos con otras formas de luz artificial que se procuraban hace unos siglos.

Imaginemos, pues, cuánta luz artificial puede obtenerse con una hora de trabajo a un salario promedio, según cálculos del divulgador Matt Ridley:

-Lámpara de aceite de sésamo (1750 a. C.): 24 horas de luz por hora de trabajo.

-Vela de sebo (1800): 186 horas de luz por hora de trabajo.

-Lámpara de queroseno (1880): 4.400 horas de luz por hora de trabajo.

-Bombilla incandescente (1950): 531.000 horas de luz por hora de trabajo.

-Lámpara fluorescente compacta: 8,4 millones de horas de luz por hora de trabajo.

Es decir, que hoy en día basta con trabajar una hora en un empleo normal para disponer de 300 días de luz artificial para hacer lo que queráis. En el año 1800, sólo tendríais 10 minutos de luz. O dicho de otro modo, si pensamos en un foco fluorescente compacto de 18 vatios, sólo hace falta que trabajéis medio segundo para que pagar una hora de su luz. Medio segundo por una hora.

Con una bombilla incandescente de 1950, sin embargo, hubiese sido necesario que trabajarais 8 segundos para conseguir esa hora de luz. Y si nos vamos a una lámpara de aceite de sésamo en Babilonia en 1750 a. C., entonces deberíais haber trabajado 50 horas para tener una simple hora de luz artificial.

Imaginad cómo evolucionará esto cuando todos usemos diodos emisores de luz (LED), que ya son 10 veces más eficientes que las bombillas incandescentes. Si bien todavía los LED siguen siendo caros, pronto podría cambiar la situación. Por ello no es extraño constatar que el británico promedio, por ejemplo, consume aproximadamente 40.000 veces más luz artificial que en 1750.

Las estadísticas de iluminación citadas anteriormente ni siquiera toman en cuenta la mayor comodidad y limpieza de la luz eléctrica moderna comparada con las velas o el queroseno: el uso de un simple interruptor, la ausencia de humo, el olor y parpadeo, así como la disminución del riesgo de incendio.

Toda una bicoca para alguien que no puede pasar sin la luz.

Vía | El optimista racional de Matt Ridley
Más información | Desenchufados

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