Si permanecemos en un sustrato biológico, dependemos de imponderables difícilmente subsanables por la tecnología.
Quizás logremos revertir el envejecimiento y alcanzar una longevidad o, incluso, la inmortalidad. Sin embargo, el sol acabará consumiendo su hidrógeno. Y lo mismo sucederá con otros soles. Tal vez el Big Crunch engulla el universo. Es decir, que hagamos lo que hagamos, estamos atrapados.
Pero tal vez haya una salida. Confeccionarnos nuestro propio universo. Un universo sin las limitaciones físicas ni temporales del universo que conocemos. Ese universo podría estar constituido de bits, como Matrix, y tras escanearnos nuestro cerebro, nos introduciríamos en él. El tiempo en el mundo virtual podría ralentizarse miles de millones de veces, y así la duración del universo virtual sería, a efectos prácticas, casi como la eternidad.
Transhumanismo
Estas ideas pudiera parecer propias de la ciencia ficción más fantasiosa, pero hay diversas personas que están convencidas de que estamos a punto de conseguir que nuestro cerebro se copie y adquiera la forma de una larga sucesión de ceros y unos. Quienes muestran este optimismo hacia la tecnología y sus posibilidades son los transhumanistas.
El transhumanismo es un movimiento intelectual y cultural que aspira a alterar la naturaleza humana a través de injertos biomecánicos. La noción tiene su origen en las ideas J. B. S. Haldane, un genetista británico que publicó el ensayo Daedalus: Science and the Future en 1923.
Julian Huxley, hermano de Aldous, autor de Un mundo feliz, tuvo en cuenta a Haldane cuando acuñó el término “transhumanismo” en un artículo de 1957. Actualmente, Ray Kurzweil, fundador de la Singularity University, es uno de los grandes líderes del transhumanismo, y está convencido de que este siglo podremos reescribir nuestro código genético, implantarnos microprocesadores en el cerebro o descargar nuestra mente en un ordenador.
Antes de eso último, deberemos entender cómo funciona el cerebro, o al menos ser capaces de copiar todas sus conexiones. Kurzweil confía en que, gracias a progreso exponencial de la tecnología, eso será posible en pocas décadas.
Vida bit
Vivir en un mundo virtual pudiera parecer psicológicamente difícil de digerir, pero en cierto modo ya estamos empezando a hacerlo. Contemos las horas que nos pasamos en Facebook o Twitter. Los que permanecen horas en Second Life o WoW.
O lo que ocurrió el 27 de enero de 2014, cuando un videojuego de rol online llamado EVE Online obligó a miles de personas a faltar al trabajo, fingiendo enfermedades, para arrimar el hombre en una guerra de mentira. Ese hecho ya se llama Gripe EVE, la primera gripe virtual.
Con todo, vivir en Matrix es tema de ciencia ficción. De novelas como Ciudad Permutación, de Greg Egan. O algunos de los cuentos, también de Egan, incluidos en la antología Axiomático. Con todo, la descripción más detallada de proceso que he leído nunca la encontré en la novela 2012, de Brian D´Amato:
A lo largo de las siguientes seis horas, el escáner EEG/MEG realizaría una película en 3D del comportamiento de mi cerebro en acción: trillones de sucesos eléctricos y químicos, más o menos provocados y cotejados por el cuestionario que hicimos anteriormente. Las neuronas generarán unos picos distintivos en el voltaje, y las reacciones químicas liberarán cantidades detestables de calor e infrarrojos. Cada uno de esos microsucesos será procesado por un software analítico que triangulará su posición en una localización específica. Luego, quedará clasificada por situación, fuerza, tiempo y, fuera, en las cajas del salón, quedará integrada en un espacio matemático que revestirá la señal electrofisiológica en una matriz de información bioquímica y metabólica. Finalmente, todo deberá ser codificado dentro de una señal de datos. El código, presumiblemente, representará todo lo que he pensado con mi conciencia.
(…)
Luego, esos dos mil trillones de bits de información que conforman mi conciencia, o mi identidad, mi ego, o, por llamarlo de alguna manera, mi CDS, mi Conciencia de Ser, fluirán a través de un par de amplificadores de señal de 2.4 Ghz, esas cosas que parecían altavoces, y luego a través de un cable de fibra óptica paralelo a través de todo el vestíbulo, para finalmente subir por la escalera, hasta llegar a una pequeña antena de transmisión en la azotea de la rectoría.
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