Es un hecho: casi todos creemos que conducimos bien. Más aún: la mayoría de nosotros cree que los demás conducen mal, sobre todo si les comparamos con nosotros.
DriveCam es un dispositivo que demuestra lo contrario y, de paso, podría reducir la siniestralidad en carretera para siempre. Como DriveCam nos permitirá observar la realidad objetiva y que aprendamos de nuestros errores.
La tecnología DriveCam es sencilla: una pequeña cámara situada alrededor del retrovisor, que almacena constantemente en una memoria intermedia (al estilo del grabador TiVo con los programas norteamericanos de televisión) del panorama exterior y del conductor.
Unos sensores supervisan las diversas fuerzas que experimenta el vehículo. Cuando un conductor frena de golpe o da un giro brusco, la cámara almacena lo grabado diez segundos antes y después del acontecimiento, para tener contexto. Después se envía la grabación a los analistas de DriveCam, que redactan un informe y, si es necesario, ofrecen asesoramiento.
¿No es rompedor? Una especie de Pepito Grillo de memoria perfecta que nos vigila y, al final de la jornada, nos pasa la papeleta. Y ya podemos defendernos como queramos: las imágenes serán jueces implacables.
La empresa DriveCam, situada en un parque de oficinas de las afueras de San Diego, ya tiene instalados estos dispositivos en furgonetas de Time Warner Cable o taxis de Las Vegas, incluso en minibuses de las agencias de alquiler de coches en los aeropuertos.
Lo más sorprendente, sin embargo, son los resultados: tras la instalación del dispositivo, los índices de siniestralidad de los conductores se ha reducido de un 30 a un 50 %. Esto sucede porque el feedback es constante. Todos tenemos vicios a la hora de conducir, manías que son peligrosas pero que pasan desapercibidas para nosotros.
DriveCam nos pone de manifiesto esas manías. También permite que seamos partícipes de peligros que nos parecían ajenos: por ejemplo, aquel volantazo que dimos porque queríamos comprobar el teléfono móvil: DriveCam podría enseñarnos que, justo un segundo antes había un niño que iba a cruzar con su bicicleta. Un segundo después, y hubiéramos atropellado al niño. DriveCam, pues, también permite que observemos las consecuencias de un error.
Pero también hace otra cosa. La gente que lleva instalado este dispositivo trata de conducir mejor porque ya no está sola: hay alguien que vigila, que más tarde juzgará y fiscalizará su conducción. Es como jugar a un videojuego: inconscientemente pretendemos sacar una buena puntuación final, que no nos eliminen de la partida. DriveCam consigue un efecto similar.
Un ensayo realizado en Iowa colocó DriveCams en los coches de veinticinco estudiantes de instituto durante dieciocho semanas. Los sucesos de activación se enviaban a los padres, y las puntuaciones (usando un número de identificación anónimo) se publicaron para que los conductores pudieran juzgar con exactitud qué posesión ocupaban en relación con sus iguales.
A las pocas semanas, los adolescentes empezaron a conducir más correctamente. ¿Tenían miedo de las represalias de los padres? ¿Contemplaban por primera vez sus errores o el peligro de su exceso de confianza? ¿O simplemente competían contra sí mismos como en un videojuego? Tal vez sea una mezcla de todos los factores.
Según Daniel McGehee, el jefe del ensayo y director del Programa de Investigación de Factores Humanos y Seguridad en Vehículos del Centro de Política Pública de la Universidad de Iowa:
Yo creo que lo que vemos es que los conductores, en un puro bucle psicológico conductual, se están convirtiendo ellos mismos en sensores. Este pequeños acelerómetro de aquí... con el tiempo empiezan a percibir cuál es el límite.
Vía | Tráfico de Tom Vanderbilt