Si el otro día os hablaba de cómo el telégrafo de Morse había propiciado la cultura de la condensación de los mensajes, al estilo de los SMS o los archivos comprimidos de ordenador, hoy vamos a irnos a unos 2.000 años atrás desde esa época de telégrafos electromagnéticos para conocer un sistema de telégrafo óptico descrito por el teórico militar griego Eneas el Táctico.
Gracias a este telégrafo, se podían mandar mensajes más elaborados de los que os expliqué con el método de fuegos en diversas atalayas conectadas ópticamente, pues se podían enviar mensajes codificados del tipo “Caballería llegó al país”, “Infantería ligera” o “Barcos”.
Su funcionamiento, según Ian Crafton en su libro Historia de la ciencia sin los trozos aburridos, eran el siguiente:
El emisor y el receptor, situados en colinas separadas, disponían cada uno de un contenedor de agua idéntico, en el que flotaba un palo vertical, con los diversos códigos acordados marcados a alturas distintas. El emisor levantaba una antorcha para señalar el inicio de la transmisión; tanto el emisor como el receptor abrían entonces una espita (del mismo diámetro) para dejar salir el agua, y cuando el emisor veía que el código adecuado se había hundido hasta el borde del contenedor, bajaba la antorcha. En este punto, el receptor cerraba de inmediato su espita y leía el código en su propio bastón.
El historiador Polibio relata que dicho sistema fue usado por los cartagineses para enviar señales durante la primera guerra púnica (264-241 a. C.).
Ver todos los comentarios en https://www.xatakaciencia.com
VER 3 Comentarios