La americanización del inglés es real: lo confirman Twitter y Google Books

Los resultados revelan que 23 de los 30 países anglófonos analizados utilizan más el inglés americano que el británico, tras escudriñar 30 millones de tuits y la base de datos de Google Books.

Los autores del estudio son un equipo de investigadores, entre los que se encuentran científicos del Instituto de Física Interdisciplinaria y Sistemas Complejos (IFISC, UIB-CSIC) y una investigadora del departamento de Filología Española, Moderna y Clásica de la Universitat de las Illes Balears.

Americanización

La variación lingüística se investigó a nivel léxico y ortográfico, empleando una selección de alternativas británicas y americanas y, tal y como señalan los autores en el estudio publicado en la revista Computation and Language:

La ventaja de nuestro enfoque es que podemos abordar el lenguaje escrito estándar (con Google Books) y las formas más coloquiales de mensajes de microblogging (con Twitter).

En cuanto al nivel de americanización, en los extremos del listado se encuentran Estados Unidos (como país con un mayor uso del inglés americano) y Reino Unido e Irlanda (como el país con más tuits en inglés británico).

En el caso de la evolución temporal, se puede observar cómo las obras publicadas por editoriales tanto británicas como norteamericanas han sufrido este proceso de americanización. Del mismo modo, el artículo pone de manifiesto cómo ciertos eventos históricos suponen puntos de inflexión en la evolución del uso de las lenguas.

Esto no debería interpretarse como una mala noticia, ni tampoco como una necesariamente buena. Los idiomas evolucionan, se contaminan unos a otros, se extinguen... precisamente porque están vivos. Compararlos con especies animales que se extinguen, pues, resulta improcedente. Por otro lado, existe un lado pragmático del asunto: la única forma de mantener vivo un idioma es concentrando a un número elevado de hablantes monolingües en una zona geográfica.

Pero el valor de un idioma también se mide por el número de personas con las que uno puede comunicarse usándolo. Tal y como señala Joseph Heath en su libro Rebelarse vende:

En otras palabras, hablarlo genera una economía de red para los demás usuarios de dicho idioma (del mismo modo que comprar un aparato de fax genera una economía de red beneficiosa para todos los demás propietarios). Determinados idiomas, como el inglés, llegan a un “punto álgido” en que los hablan tantas personas que merece la pena pagar por aprenderlos. En este caso, se convierten en hiperlenguas. Los demás idiomas se quedan atrás, y tendrá que producirse un fenómeno insólito para que sigan usándose. Por tanto, aunque puede entristecernos la inminente desaparición del kristang, el itik o el lehalurup, debemos reconocer que para conservarlos sería necesaria una comunidad de hablantes monolingües (o al menos nativos). No basta con imponer cualquier de ellos como segundo idioma, porque siempre tendrán que enfrentarse a la hiperlengua. Sin embargo, renunciar a un dominio fluido de una hiperlengua a cambio de hablar uno de estos idiomas minoritarios puede reducir seriamente las posibilidades de un individuo. Quizá no suponga un problema mientras haya suficientes personas dispuestas a hacerlo, pero no podemos culpar a los que no muestren el menor interés.

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