Como os apuntaba en la anterior entrega de este artículo, el primer ser humano que voló en un artefacto autopropulsado no fue ninguno de los hermanos Wright, sino un brasileño llamado Alberto Santos Dumont.
Un tipo que, ya desde pequeño, disfrutaba tumbándose en el campo para observar las nubes y las aves. Pero como era un gran lector de Julio Verne, no sólo se limitaba a tratar de identificar la figura de un conejo o una oveja en las nubes, sino que soñaba con alcanzarlas algún día.
En 1906 construyó el Número 14, un globo aerostático que le serviría para realizar sus primeros intentos de vuelo con su primer avión, el 14-bis, que despegaba acoplado al Número 14. Así pues, Dumont se convirtió en el primer hombre en despegar a bordo de un avión impulsado por un motor aeronáutico.
Volar lo que se dice volar, no voló mucho: apenas 60 metros de distancia a una altura de 2 a 3 metros, no mucho más alto que un jugador de la NBA. Pero lo importante es que fue el primero, aunque popularmente no se le haya reconocido.
Esto se debe a que los hermanos Wright, en efecto, fueron los primeros en alzar el vuelo (1903). Pero para conseguirlo, requerían de la ayuda de una catapulta. Es decir, que no volaban totalmente. Si es que consideramos que volar no consiste en que te lancen en volandas por los aires. Los hermanos Wright no volaron realmente sin ninguna ayuda externa hasta 1909: 3 años después que Santos Dumont.
Como curiosidad suplementaria, cabe apuntar que gracias a Dumont también se diseñó el primer reloj de pulsera, de la mano de Louis Cartier. Reloj que Dumont empleaba para poder calcular los tiempos de sus vuelos en avión de una forma cómoda. Aún hoy se pueden adquirir los relojes Dumont-Cartier tal y como entonces se fabricaban.
Vía | Innovadores de América En Genciencia | Los primeros aeronautas (I)