El mundo está repleto de túneles. Algunos son sorprendentemente largos. Enfrentándose a rocas volcánicas, granito, desmoronamientos del terreno y demás defensas naturales de los intestinos de la Tierra, la mano humana han logrado horadar túneles de longitud nada despreciable.
En Seikan, Japón, se halla el más extenso del mundo. Es un túnel ferroviario que une las islas niponas de Honshu y Hokkaido y que tiene 53.850 metros. De ellos, 23 kilómetros transcurren a 100 metros de profundidad bajo el lecho marino. Fue construido entre 1972 y 1983, y durante las obras 66 trabajadores perdieron la vida accidentalmente.
En cuanto al túnel más largo que no sea ferroviario, entonces tenemos que fijarnos en San Gotardo, Suiza, donde existe el túnel de carretera más largo (16.322 metros), que comunica Göschenen (Suiza) con Airolo (Italia). Fue inaugurado en 1985 y durante su construcción perecieron por accidente 19 trabajadores.
También hay túneles que conectan dos realidades meteorológicas totalmente distintas. Se llaman túneles del tiempo y suelen encontrarse en zonas montañosas. En España, lo más espectaculares son los del El Negrón (autovía A-66 que une León con Oviedo), que suele tener sol por el lado leonés y cielo gris en el lado asturiano, y el túnel de la isla de la Palma que une Santa Cruz de la Palma con los Llanos de Aridane en la LP-2.
Los túneles culturales
Pero los túneles más interesantes son los que conectan culturas. Como los túneles que hay entre Gaza y Egipto. Cerca de la ciudad de Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, encontramos cientos de túneles que pasan por debajo de la frontera egipcia. Tienen entre 100 y 300 metros de longitud y están excavados a una profundidad de 3 a 7 metros.
Algunos tienen peligro de derrumbe, los unos encima de los otros, pero ello no es óbice ni cortapisa para que miles de personas los transiten transportando ordenadores portátiles y teléfonos móviles, entre otros cachivaches tecnológicos. Tal y como lo explica Frédéric Martel en su libro Smart:
Para acceder a los túneles hay que tener una autorización de Hamás, que es quien gestiona en Gaza este comercio bien organizado. Los túneles no son nada anárquicos. (…) En la ciudad de Gaza existe incluso un Ministerio oficial, dentro del Gobierno de Hamás, llamado “Borders and Tunnels Administration”. Hamás gestiona los túneles y cobra su diezmo. Además de los túneles “privados”, que permiten que los productos no autorizados por Israel entren en la Franja de Gaza, existen también unos túneles secretos, más seguros y excavados a mayor profundidad, que permiten a Hamás abastecerse. Por esos túneles se han transportado los ordenadores, las mesas de mezclas y todos los equipamientos técnicos necesarios para el funcionamiento de las webs y los estudios de Hamás.
Los túneles, pues, sobre todo conectan tecnologías que permitan democratizar la sociedad. Es la manera de acceder a tecnología cara de una forma barata. Las entradas a los túneles parecen pequeños hangares con cubiertas de plástico o pequeños invernaderos agrícolas con toldos.
Pero hay más cosas que transitan por estos túneles, además de jirones culturales o alta tecnología, como lavadoras, material de construcción, y otros bienes de consumo. Lo más surrealista, sin embargo, son las comandas del Kentucky Fried Chicken:
Hace algún tiempo, una empresa joven de entrega exprés, una especie de Fedex palestina llamada Yamama Delivery, dio la campanada proponiendo entregar rápidamente en Gaza, vía los túneles, comandas de Kentucky Fried Chicken procedentes de Egipto.
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