Gracias a Internet, el posicionamiento GPS, las redes sociales, la localización de los consumidores potenciales gracias al rastreo de las cookies de sus navegadores digitales, la detección y reconocimiento de rostros y demás datos podemos acceder a las costumbres personales de muchas personas.
Estos datos cada vez son más precisos y se generan a una velocidad que se duplica cada poco: hasta 2003, el exdirector ejecutivo de Google afirmaba que la humanidad había generado unos 5 exabytes de datos en toda su historia. Actualmente se genera esa cantidad de información cada 48 horas.
Tales datos también están redefiniendo lo que consideramos privacidad y lo que no, sobre todo al advenimiento de dispositivos como cámaras que registrarán toda nuestra vida y la subirán a la nube). Bienvenidos al lifelogging.
Toda esa riqueza informativa a menudo es desperdiciada, y si acaso la emplean determinadas empresas para vendernos más o mejor sus productos. Sin embargo, tal vez valdría la pena reclamar toda esa información para el uso público a fin de explotarla para hazañas que todavía no podemos ni siquiera imaginar.
David Rowan, director de la edición británica de la revista Wired, abunda en ello en Este libro le hará más inteligente, editado por John Brockman:
Tanto el ciudadano concreto como el conjunto de la sociedad saldrían beneficiados si se permitiera indagar en los flujos de datos personales al objeto de extraer pautas de nuestra conducta. Este tipo de extracción de datos podría conseguir que la información bruta se transformara en una información dotada de la posibilidad de predecir comportamiento, permitiendo así que yo mismo me anticipara a mis propio estados de ánimo y mejorara por tanto mi eficiencia, circunstancia que no solo podría convertirme en una persona más sana y dotada de una mayor intuición emocional, sino que pondría de manifiesto mis debilidades académicas y los puntos fuertes de mi creatividad.
Quiero descubrir los significados ocultos, las correlaciones inesperadas que señalan la existencia de esta o aquélla tendencia, los datos que indican la presencia de unos factores de riesgo de los que quizá no alcanzara a tener conciencia de otro modo…
Horas de sueño, ejercicio físico diario, tiempo de vigilia, período de productividad, respuestas farmacéuticas, ADN, número de pulsaciones cardíacas, tipo de dieta, gastos económicos… todo eso y mucho más volcado en la red y compartido con todos los demás a fin de practicar minería de datos.
Los datos ya están ahí, en gran parte, y tan sólo debemos promover políticas que animen a la gente a servirse de ellos, a compartirlos, a que los transformen en fuentes de conocimiento colectivo. La Wikipedia de la realidad.
El cúmulo de gratificaciones que permitirá poner a nuestra disposición esta forma de pensar tendrá un carácter más altruista que narcisista, ya sea en el ámbito de la creación de un fondo común de datos personales destinados a la obtención de un mayor conocimiento científico (como en el caso de la compañía llamada 23andMe), ya sea en el terreno de la propagación de datos remitidos por los propios usuarios con vistas a impulsar y motivar la verificación de cambios de comportamiento en terceras personas (como sucede con Traineo.com)
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