El pequeño laboratorio científico que hay a casi 300 metros de altura, en la Torre Eiffel

La torre Eiffel es uno de los edicicios más emblemáticos del mundo. Construida por la empersa de Gustave Eiffel para la Exposición Universal de 1889, su diseño en cuadrícula de hierro forjado y su altura sin precedentes, lo convirtieron en largo tiempo en el epítome de la ingeniería y la tecnología.

Más sabiendo que a 276 metros de altura se encuentra un singular despacho provisto de su propio laboratorio.

Una habitación en la cumbre

Cuando el 31 de marzo de 1889 se remató la obra, la Torre Eiffel de París se convirtió en la construcción más alta realizada por el ser humano. Medía 300 metros, y en la década de 1950 se le añadió una antena de televisión de 24 metros. Fue la construcción más alta hasta que, en 1930, se finalizó el edificio Chrysler, con 319 metros, en la ciudad de Nueva York.

Cerca de la cumbre de la torre, a 276 metros de altura, se encuentra un mirador que ofrece vistas panorámicas sobre París. Gustave Eiffel instaló aquí su despacho, donde recibió a visitantes como el inventor estadounidense Thomas Edison.

En contraste con las vigas de acero industrial del resto de la torre, el apartamento estaba amueblado en un estilo sencillo y acogedor. Las paredes estaban cubiertas de cálido papel pintado, y los muebles tenían estampados florales de algodón. Había incluso un gran piano.

En el despacho también había un pequeño laboratorio equipado con material científico de la época.

Fueron muchos los que, a finales del siglo XIX, quisieron visitar el lugar, e incluso alquilárselo a Eiffel durante una noche. Pero él los declinó, pues para él era un lugar de reflexión y pensamiento.

50 ingenieros realizaron durante dos años 5.300 dibujos del montaje conjunto o de algunos detalles, y cada una de las más de 18.000 piezas de hierro poseía su propio esquema descriptivo. Se aplican 60 toneladas de pintura cada siete años para evitar que la torre se oxide. Hasta el año 2016, ha sido pintada por completo al menos 19 veces desde que fue construida. Por motivos medioambientales, desde 2001 ya no se utiliza pintura al plomo.

Un coloso de hierro que, además, contenía este peqeño laboratorio que nos inspira a soñar con conversaciones acerca de cómo la ciencia y la tecnología podían cambiar el mundo. Algo que acabó sugiriendo de forma muy interesante la película Tomorrowland.

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