Desde su invención los globos aerostáticos han servido para multitud de tareas: transporte, deporte, pasatiempo, mediciones meteorológicas, comunicaciones, publicidad... Un globo aerostático tiene como principio el estar relleno de un gas que resulta ser menos denso que el aire, así es capaz de flotar y "navegar" por el firmamento. Usualmente pueden ser globos de aire caliente o de hidrógeno, aunque puede haber otros gases involucrados, amén de existir diversas técnicas para su llenado.
La ventaja de usar un globo aerostático como elemento de comunicaciones (que es de lo que se trata en esta nota), es bastante sencilla. Por un coste de varios órdenes de magnitud menor que los de un satélite geoestacionario de comunicaciones podemos cubrir un área de superficie terrestre que no es tan pequeña como la proporción de costes. Además, los retardos de la señal electromagnética (que transportaría voz o datos, o ambos) serían bastante más reducidos, lo cual para tareas de comunicaciones en tiempo real es bastante más interesante.
En Estados Unidos se ha propuesto dotar a una zona bastante despoblada, y además poco cubierta en lo que a comunicaciones se refiere, de una flotilla de globos aerostáticos que harían el mismo papel que los satélites de telecomunicaciones. Aprovechando las corrientes de aire estratosféricas se podrían tener globos recorriendo toda la extensión de terreno deseada, y haciendo luz en esa zona de manera que se pueda utilizar un teléfono móvil, conectarse a Internet, etcétera... El proyecto tiene su base, como no, en una iniciativa militar parecida, que tiene una dotación de más de cuarenta millones de euros, pero que a pesar de utilizar básicamente la misma infraestructura que la ideada para la cobertura telefónica, es específica para la radio militar.
Una pena, ya que la demanda es a buen seguro alta, los costes frente a los satélites y las torres de telecomunicaciones son ridículos, y la cobertura puede llegar a ser de varios cientos de kilómetros de diámetro, dependiendo del tipo de terreno. Estos globos se desplazarían a aproximadamente unos 50 km/h a una altura superior a los 30 kilómetros, y la idea es que cuando hayan recorrido todo el tramo para el que van a ser utilizados, su electrónica los deshinche y caigan a tierra en paracaidas. Mediante localización por GPS se recuperarían y estarían en condiciones de volver a ser lanzados.
Sin duda la idea es buena, lo que ocurre es que al haber de por medio un jugoso contrato militar, las expectativas de utilizar estas tecnologías para fines más lícitos (me refiero más correctos moral y éticamente que hacer la guerra, o apoyarla) son pequeñas. No nos olvidemos que, tristemente, estamos en un mundo marcado por unos intereses que distan mucho de ser los intereses de la mayoría, y que lo que puede ser un avance clarísimo en el campo, en este caso, de la telecomunicación y las posibilidades de desarrollo de áreas rurales o desfavorecidas topológicamente, se transforma en una quimera que quizás dentro de diez años sea una realidad, pero por ahora no es más que una idea en el papel.
Por supuesto, me refiro al freno en el proyecto de Dakota, no a que no se utilicen los globos en las comunicaciones...
Vía | Impact Lab