Con la llegada del fin de año, uno tiende a ponerse melancólico y a mirar hacia atrás. ¿Qué he hecho todo este tiempo? ¿Qué podría haber hecho? ¿Es hora de que haga lo que no hice? ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Me ha salido una cana? Cosas así. Los finales de año inducen a la retrospectiva.
Y ¿qué tiene que ver todo esto con un blog de divulgación científica? En mi caso particular, y a riesgo de ponerme demasiado egocéntrico, es que con la entrada del nuevo año también se cumple un ciclo en mi labor en Xataka Ciencia: empecé en esta casa en 2009, concretamente un par de semanas después de que comenzara el año, a modo de “es hora de que haga lo que no hice”, es decir, explicar a los demás todas las cosas interesantes que he ido aprendiendo leyendo libros. Y, de vez en cuando, dando un poco el coñazo con mis reflexiones o mis anécdotas personales. Ya me perdonaréis.
Entramos en el 2012 y se cumplen, por tanto, tres años de trabajo en Xataka Ciencia. En total, casi 2.000 posts. Algunos más inspirados que otros, pero al menos espero que un puñado de ellos haya revolucionado las neuronas del respetable. Al menos a mí, poner en orden las ideas para escribirlas aquí fue suficiente para revolucionarme la masa gris.
Entre el trabajo duro, los errores evitables y alguna que otra mala experiencia, la mayoría de cosas que me ha aportado Xataka Ciencia son positivas. He conocido a gente excepcional (y espero seguir conociéndola: nunca dudéis de pedirme tomar un café si pasáis por Barcelona, aunque sea virtual), he aprendido mucho de vuestros comentarios, he pulido mis errores y rellenado mis lagunas, me habéis obligado a documentarme mejor y a no dar nada por sentado.
También habéis conseguido que, por un tiempo, Xataka Ciencia fuera uno de los diez lugares cuyas noticias era más votadas en Menéame. Hemos aparecido y colaborado en televisión, radio y prensa. Hemos sido invitados a congresos y eventos nacionales e internacionales. Quedamos en segundo lugar en el Premio Bitácoras 2010, justo detrás de los inmensos Amazings. Hemos crecido hasta límites insospechados: sois más de 18.600 seguidores en Twitter, casi 5.400 en Facebook, recibimos unas 20.000 visitas al día (con algunos picos de 30.000). Unas cifras espectaculares que estos últimos meses hemos logrado consolidar también gracias a la incorporación de mis compañeros Carlos Cazorla y Capitán Tomate.
Y bueno, dejemos este panegírico porque parece que me esté despidiendo de vosotros y no es el caso. Lo que quería compartir, a modo de agradecimiento por vuestra fidelidad, es mi experiencia aquí, sin más.
Como editor en Xataka Ciencia he cometido deslices que en pocos minutos han sido puestos en evidencia por vosotros, lectores, entre los que obviamente se encuentran expertos en materias en las que yo solo soy profano. Este continuo monitoreo de calidad nos permite perder el estatus alcanzado tan fácilmente como lo obtuvimos, pero gracias a este escrutinio sistemático nos obligáis a no dar nada por sentado. Y eso es bueno para todos. Aunque sea difícil de encajar para la autoestima de un autor, es tremendamente positivo para la divulgación científica.
Si bien en los medios impresos existe la figura de la fe de erratas, en el medio digital la fe de erratas es parte indivisible del mismo post: tanto en los comentarios como en el mismo cuerpo de la entrada.
Es lo que hace tan especial escribir en Xataka Ciencia u otros medios digitales.
Existe más inmediatez, bidireccionalidad y autocorrección. Inmediatez porque basta con abrirse un blog y empezar a publicar una entrada de ciencia para tener los primeros lectores, y los científicos pueden saltarse las rutas tradicionales de publicación de trabajos académicos de forma rápida y sencilla; bidireccionalidad porque, entre esos primeros lectores, habrá comunicación inmediata e intercambio de ideas; y autocorrección porque es probable que entre tus lectores también existan críticos de tu trabajo que te obligarán a pulir lo escrito ese mismo día.
El otro punto interesante de mi experiencia en Xataka Ciencia es la continua lucha entre banalidad y profundidad. He intentado, en la medida de mis posibilidades, que hubiera cierto equilibrio entre ambos extremos de la divulgación; aunque he evitado los artículos demasiado extensos y farragosos por la sencilla razón de que no considero que un blog deba ofrecer esa clase de contenidos: para eso están los libros o los ensayos. Los ensayos complicados y que tienen un desarrollo secuencial (en que cada premisa está basada en la anterior y en que una idea puede necesitar todo un capítulo para ser convenientemente desarrollada), no están hechos para ser expresados en un blog. Con todo, el texto en la red también tiene virtudes intelectuales, naturalmente: riffs, anotaciones, conversaciones. Ambas modalidades nos pueden iluminar intelectualmente, pero no debería cultivarse una sin la otra.
En cualquier caso, no siempre he acertado: a veces me he pasado de corto, y otras, de largo. Otras veces he aportado noticias demasiado superfluas o sensacionalistas; otras, demasiado crípticas. Afortunadamente estáis ahí para advertirlo, para cuestionarme, puntualizarme o hasta desacreditarme. Ello, de nuevo, aunque es duro para la autoestima, estoy convencido de que mejora la calidad el blog y, por extensión, afila mis habilidades divulgativas.
Con todo, cabe admitir que esta deriva se manifiesta cada vez más en determinados medios tradicionales, que se limitan a copiar notas de prensa sensacionalistas. De hecho, un estudio realizado por John Ioannidis para PLoS Medicine sugiere que gran parte de los estudios llamativos que se publican acaban siendo falsos o contienen defectos de forma. Subsanar estos defectos en la divulgación y popularización de la ciencia es como avanzar por un fino hilo, cuan funambulista: el público generalista y las grandes audiencias tienden a no soportar artículos donde se matiza demasiado o donde se presentan los datos con cautela; el público especializado tiende a no tolerar la falta de rigor.
En cualquier caso, todos los deslices cometidos en Xataka Ciencia son responsabilidad mía, en exclusiva (al menos durante el tiempo que yo he estado escribiendo en él); y vuestras críticas, tanto las constructivas como las destructivas, han servido y sirven para, en cualquier caso, mejorar este sitio.
Y ahora ya lo dejo aquí, que al final siempre me acabo enrollando como las persianas. Gracias de corazón, y feliz año a todos. Espero que nos sigamos leyendo por mucho tiempo.