Ya hace unos años que comenzó la moda de la "comida negra". A estos llamativos alimentos se les añade carbón activado para darle ese color y atribuirle mil maravillas para con nuestra salud. ¿Quién querría echarle carbón a su comida?
El carbón activado es de un tipo "especial", capaz de atrapar muchísimos tipos de partículas. A partir de este hecho, sus defensores le atribuyen todo tipo de beneficios: que si puede desintoxicar, que si puede eliminar grasas, que si es muy sano... ¿y qué dice la ciencia al respecto?
Comida, pasta de dientes, cremas... todo con carbón activado
La moda del carbón activado ha llegado a todas partes: dentífricos, cremas faciales y, por supuesto, multitud de alimentos, como el café o bebidas varias. Pero, ¿por qué? Desde luego, no es una cuestión solamente de color, en cuyo caso podríamos usar un sencillo colorante alimentario. Quien emplea estos productos quiere dotarlos de propiedades cuasimágicas, especialmente si hablamos de comida.
Según afirman, el carbón activado es capaz de "detoxificar" nuestro cuerpo, eliminando toxinas, captando grasa sobrantes, "regular el tránsito intestinal", eliminar los gases o hasta equilibrar el pH. Llegados a este punto, parece que estamos dándole demasiadas propiedades al carbón activado, ¿no? Así que, antes de proseguir, entendamos de qué sustancia hablamos.
¿Qué es el carbón activado?
El carbón es, por su naturaleza, muy poroso. El carbón activado se emplea como adsorbente muy eficaz. Las sustancias que adsorben (no "absorben") atraen y retiene en su superficie por su gran porosidad y su carga iónica. Para "activar" el carbón normal se emplean una serie de tratamientos de calor que convierten al carbón en una especie de arenilla.
Cada partícula de esta arena contiene una mayor cantidad de poros que al principio del tratamiento. Un solo gramo de carbón activado puede tener entre 50 y 500 metros cuadrados de superficie debido a la porosidad. Estos pequeños agujeros son de tamaño microscópico, lo que permite que adsorban sustancias de tamaño incluso molecular, que quedan atrapadas en las partículas de carbón activado.
Debido a esta naturaleza, el carbón activado se emplea para tratar sustancias tóxicas (hacer lavados de estómago, por ejemplo), ya que en contacto directo es capaz de retener parte de su composición. Insistimos, no es que reaccionen, sino que atrapan las sustancias con las que se ponen en contacto.
¿Sirve para algo el carbón activado?
Si hubiéramos querido resumir mucho el artículo hubiéramos comenzado con un "no, el carbón activado no sirve para nada", en cuanto a las propiedades maravillosas que se le atribuye (fuera de un uso técnico). No existen evidencias de que sea capaz de retener las dichosas toxinas (las cuales, como hemos dicho en varias ocasiones, no existen en el sentido en el que nos las quieren vender con la moda detox), ni tampoco de que retengan la grasa y ayuden a adelgazar, o que cambien el pH de la sangre (otro de los mitos más absurdos de la salud)...
En definitiva, el carbón activado no ha demostrado ser útil para nada de lo que promete más que para colorear la comida. Pero ¿si se usa como desintoxicante? ¿No servirá para eliminar otras sustancias peligrosas? Sí y no. Si debemos usar carbón activo para eliminar una sustancia de nuestro cuerpo, en primer lugar, es que la hemos fastidiado bien.
El carbón activo no selecciona qué adsorbe y qué no, lo retiene todo hasta que se satura. No elegirá "las toxinas" (que no existen) o la grasa "mala" que no queremos, dejando de lado los nutrientes, por tanto, ayudaría a retener cualquier componente, sea bueno o malo, por igual. En segundo lugar, solo retiene lo que se pone en contacto directo con él.
De nada sirve tener una toxina en sangre (como podría ser la de un animal) y administrar carbón activo. El carbón no penetra en el organismo, sino que pasa por el intestino, arrastrando lo que toca. Y, desde luego, no ayudará a eliminar la grasa ni el azúcar que nos sobra. Por tanto, podemos decir con total seguridad que no, no sirve para nada.
Pero, ¿tiene algo de malo?
Lo cierto es que sí, puede tenerlo. Como hemos dicho antes, el carbón activo retiene muchas sustancias y las arrastra. Normalmente, estas sustancias son buenas, pues son nutrientes necesarios (a nadie le da por comer veneno). Con el carbón activado podríamos estar reduciendo la tasa de absorción de estas sustancias, produciendo un problema de nutrición.
Además, también nos exponemos a la posibilidad de producir estreñimiento o bloqueo intestinal, en el peor y más dramático de los casos. Tampoco sabemos cómo afecta a nuestra microbiota intestinal, pero sí que sabemos que esta es muy importante para nuestra salud. ¿Y si el carbón activado produjese un impacto en ella? Las consecuencias serían bastante negativas.
¿Y qué hay de la retención de grasas? ¿Podría a ayudar que absorbamos una menor cantidad de ellas? No existe, tampoco, evidencia científica alguna de que el carbón activo retenga de forma eficiente los lípidos, o que esta acción ayude, en ningún caso, a perder peso. Y, por otro lado, si retiene grasas, seguro que retiene vitaminas y sustancias necesarias para el metabolismo.
En definitiva, no existe ninguna ventaja en comer carbón activo y, sin embargo, sí que existen numerosas dudas sobre su seguridad. La malversada idea de que al retener sustancias intoxicantes también le permite eliminar sustancias que no queremos, por arte de magia, tiene poco o ningún sentido. Así que mejor dejamos esta absurda moda de lado y seguimos preocupándonos por nuestra salud con un buen cambio de hábitos.
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