Hay lugares que parecen reconfigurados por las fuerzas tectónicas del dinero, el poder y la influencia política, que son fuerzas más poderosas que las que levantan las cordilleras o abren los cañones. O crean esos extraños oasis para ricos llamados «campos de golf de 18 hoyos», que son capaces de consumir diariamente tantos lirtros de agua como una población de 9.000 habitantes.
El dinero, muchas veces, resulta más determinante para la orografía de un país o una ciudad que las características geográficas del propio país o ciudad. Es el caso de pueblo alemán de Herzogenaurach. Es un pueblo situado al sur de Alemania, en Baviera, de apenas 24.000 habitantes.
En él todo parece estar clonado, como si una suerte de muro de Berlín pasara por en medio. Sin embargo, aquí el muro no separa dos realidades diametralmente opuestas sino perfectamente iguales, como si medio pueblo estuviera reflejado en un gran espejo: esos espejos de pared que situamos en las habitaciones de escasos metros cuadrados para crear el efecto óptico de que son más grandes.
Cada lado de Herzogenaurach tiene sus propias pastelerías, carnicerías y hasta escuelas. Cada lado, también, se tiene odio mutuo, al estilo de dos pueblos vecinos enfrentados, pero todo en un mismo pueblo. En un lado del río está la sede de la marca Adidas y en el otro, a apenas 500 metros de distancia, la sede de la marca Puma. Porque todo esto va de Adidas y Puma, las dos compañías que iniciaron el nacimiento de la industria moderna de ropa deportiva.
En este encantador pueblo medieval de calles empedradas, en la que se levantan dos de las mayores empresas deportivas del mundo, hay una escuela para los hijos de los que trabajan en Puma y otra, para los hijos de los que trabajan en Adidas. Y si puede evitarlo, un habitante de la parte de Puma nunca entra en un hotel o un restaurante Adidas, y viceversa. Incluso se crearon dos equipos de fútbol rivales, el RSV patrocinado por Adidas y el FC Herzogenaurach por Puma.
A grandes rasgos, la historia fue así. Hace más de medio siglo, una disputa familiar entre dos hermanos, Adi y Rudolf Dassler, obsesionados ambos por la fabricación del primer zapato deportivo liviano pero duradero, fue el principio de la division. Como sucede con muchos hermanos, Adi y Rudi eran totalmente diferentes entre sí, poseedores de unas personalidades opuestas, el día y la noche. Al principio, tenían sin embargo una compañía conjunta, Hermanos Dassler (Gebrüder Dassler Schuhfabrik), que se había iniciado en la década de 1920 en el lavadero de la casa de la madre y que, posteriormente, comenzó a proporcionarles unos beneficios considerables bajo el régimen nazi. Adi era el diseñador y su hermano Rudolf el vendedor. Juntos obtuvieron cinco medallas olímpicas gracias a Jesse Owens y sus zapatillas Dassler.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Adi quedó exento de incorporarse a filas, pero Rudi tuvo que marchar al frente en Polonia. Cuando la guerra terminó, pues, Rudi fue encarcelado durante 1 año acusado de pertenecer al servicio de inteligencia de las SS, y éste nunca le perdonó a su hermano Adi que no intercediera de ninguna manera en su liberación; incluso le incriminó para obtener una pena menor. Finalmente, Rudi dejó la empresa Hermanos Dassler y fundó Puma en 1948 a un lado del río Aurach. Adi mantuvo las instalaciones de Hermanos Dassler al otro lado del río, rebautizándola como Adidas (su diminutivo, Adi, seguido de la primera sílaba de su apellido, das).
Los hermanos Dessler jamás se volvieron a dirigir la palabra. E incluso en su muerte, las rencillas no disminuyeron: se escogió enterrarlos en tumbas lo más lejos posible la una de la otra. Los dos hermanos, paulatinamente, había ido obligando al pueblo a partirse en dos, escogiendo bando, pues los Dassler también eran los dueños y promotores de los únicos negocios exitosos del pueblo: si no te definías, poco importaba tu currículo para entrar a trabajar en, por ejemplo, la pastelería del pueblo.
Adidas es ahora una multinacional que tiene empleados unos 12.400 trabajadores en todo el mundo y que goza de una estrecha relación con la cultura popular contemporánea. Bob Marley, por ejemplo, fue uno de los iconos culturales que se vistió con indumentaria de la marca. Freddie Mercury, líder de la banda de rock Queen, también solía usar zapatillas de los modelos Samba y Wimbledon. Y Fidel Castro, retirado de los cargos del gobierno que ostentaba a causa de problemas de salud, dejó atrás sus uniformes militares para aparecer ante los medios con chaquetas deportivas Adidas.
Por su parte, su competidor Puma tiene empleados a 3.200 trabajadores en todo el mundo y distribuye sus productos en 80 países. En el año 2003, la compañía tenía un valor de 1.274 millones de euros. De todos los equipos en el próximo Mundial, por ejemplo, más de la mitad estarán utilizando ropa Adidas o Puma, un bando o el otro, un hermano u otro.
Los herederos mantuvieron encendida esta rivalidad mutua, que acabó por convertirse en un furibundo odio en 1970, cuando ambos hijos, Horst y Armin, pugnaron por fichar al gran jugador de fútbol Pelé para que promocionara su respectiva marca. Para evitar una infinita guerra de ofertas que mermara la capacidad económica de ambas compañías, optaron finalmente por llegar a un acuerdo: el “pacto Pelé”, que consistió en que Pelé ya no sería un objetivo comercial.
Sin embargo, Armin, dueño de Puma, acabó contactando en secreto con la estrella brasileña y le entregó 25.000 dólares más otros 100.000 por los siguientes cuatro años de esponsorización, además de un 10 % de las ventas de todas las botas Puma con su nombre.
Actualmente, en Herzogenaurach se han disuelto en gran medida las diferencias entre ambos bandos. Pero muchos de los habitantes de este pueblecito bávaro continúan obsesionados con los hermanos Dassler y mantienen sus lealtades de forma inflexible, como Capuletos y Montescos salidos de la pluma de Shakespeare; o como parlamentarios de derechas y de izquierdas.
Si os decidís a visitar este lugar dividido en dos, os recomiendo visitar un museo dedicado a los hermanos Dassler, en el que podéis contemplar una máquina impulsada a bicicleta que utilizaban en la fábrica para hacer funcionar la cortadora de cuero. Un invento estrambótico para un pueblo no menos estrambótico. Un museo que, en aras de sus orígenes netamente mercantilistas, debería emitir cada hora aquel encolerizado monlógo que pronunciaba Arthur Jensen en Network (1976), una película sobre la televisión y el capitalismo:
Usted es un hombre viejo que aún piensa en términos de naciones y pueblos… ¡No hay naciones! ¡No hay rusos! ¡No hay árabes! ¡No hay Tercer Mundo ni este ni oeste! Sólo hay un vasto inmanente entretejido interactivo multiformal y multinacional dominio del dólar. Petrodólares, electrodólares, multidólares, marcos alemanes, francos, rublos, libras, talonarios… Es el sistema internacional de libre cambio el que determina todos los aspectos de la vida de este planeta, éste en el orden natural de las coas hoy día. ¡Esta es atómicamente y subatómicamente y galácticamente la estructura de las fuerzas de la naturaleza! Y ahora usted expiará su pecado. ¿Me expreso claramente, señor Beale? Usted aparece en la pantalla de 21 pulgadas y habla a gritos de América y de democracia. No existe América. No existe la democracia. Sólo existen la IBM y la ITT y la ATT, la Dupont, la Dow, la Union Carbide y la Exxon. Éstas son las naciones del mundo hoy en día. (…) El mundo es un negocio, señor Beale. Lo ha sido desde que el hombre salió de las cavernas. Y nuestros hijos han de poder vivir, señor Beale, en un mundo perfecto en el cual no habrá guerra ni hambre ni opresión ni brutalidad, como si fuese una compañía universal ecuménica para la cual trabajan todos los hombres con un objetivo común y de la que todos los hombres podrán tener una acción. Toda necedad quedará satisfecha. Toda ansiedad, tranquilidad. Todo aburrimiento, evitado. Y yo lo he elegido a usted, señor Beale, para que predique este Evangelio.
Si queréis saber más sobre estos dos grandes del equipamiento deportivo, no os perdáis el documental del Canal Odisea titulado Pasión por las zapatillas.
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