Probad a morder ahora mismo, apretad la mandíbula. Si tenéis los dientes bien puestos, los incisivos superiores ocultarán los inferiores, como la tapa de una caja. Es lo que se denomina “mordida profunda”. Sin embargo, es un rara avis que se produce en el ser humano: en los primates, como los chimpancés, los incisivos superiores caen sobre los inferiores como una guillotina.
Este tipo de mordida típicamente humana, de hecho, sólo tiene entre 200 y 250 años. Antes de eso, los seres humanos tenían una mordida normal, como la del resto de los primates. ¿Qué sucedió en nuestra vida para que se produjera semejante cambio?
Una de las hipótesis que se barajan es la forma en que usamos el cuchillo de mesa, tal y como ha señalado Charles Loring Brace, un antropólogo estadounidense especialista en el hombre de Neandertal. Durante décadas, Brace ha creado la mayor base de datos del mundo sobre la evolución de la dentadura de los homínidos.
Como estamos hablando de un período tan corto de tiempo, apenas tres siglos, no estamos ante un producto de la evolución darwiniana en el sentido estricto del término, sino ante una respuesta a la forma de cortar comida durante nuestros años formativos.
Según Brace, la hipótesis de los cuchillos resulta más plausible incluso que la llegada del grano a la agricultura (los cereales se mastican mucho menos que las carnes correosas). Al parecer, la mordida profunda no apareció en Europa Occidental hasta el siglo XVIII, y se inició en los “individuos de mayor estatus”. Es decir, entre personas que comían grandes cantidades de carne y pescado. Fue entonces cuando empezó a ser habitual entre las clases medias y altas comer un cuchillo de mesa y un tenedor, cortando la comida en bocados pequeños antes de llevarla a la boca.
Tal y como señala Bee Wilson en su libro La importancia del tenedor:
Puede que esto parezca una cuestión de costumbres más que un cambio tecnológico; y, en cierto sentido, así lo era. Después de todo, el funcionamiento del cuchillo en sí había cambiado poco. A lo largo de los milenios, los seres humanos han inventado innumerables utensilios artificiales para cortar, que ayudan a nuestra dentadura a tratar los alimentos: hemos cortado a machetazos, hemos serrado, trinchado, picado, ablandado, cortado en dados y en juliana… El dominio de los utensilios para cortar en la Edad Media de Piedra parece haber sido uno de los factores por los que las mandíbulas y dientes del hombre moderno son más pequeños que los de nuestros ancestros homínidos. Sin embargo, no fue hasta que hace 200-250 años, con la adopción del cuchillo de mesa y el tenedor, cuando apareció la mordida profunda.
Hasta entonces, la mayoría de la gente comía carne, por ejemplo, con la técnica de “sujetar y cortar”. Es decir, coger un trozo de comida con la mano, sujetarlo con fuerza con los dientes por una punta, y arrancar el pedazo. Fue hace relativamente poco que el tenedor y el cuchillo pasaron de ser elementos exóticos o pretenciosos a convertirse en objetos indispensables de las comidas civilizadas. La gente empezó a pinchar los alimentos con el tenedor y a cortarlos en bocados pequeños con el cuchillo. Trozos tan pequeños que apenas se necesitaba masticarlos.
Obviamente, todo esto no es más que una hipótesis. Que el tenedor y el cuchillo se usaran de forma generalizada cuando apareció la mordida profunda no significa que exista un vínculo causal, sino una simple correlación. Con todo, la hipótesis parece tener muchos datos que la respaldan, dejando a un lado que en la Europa preindustrial no todos los alimentos requerían la sujeción de los incisivos (la gente también comía muchas sopas y potajes, por ejemplo).
Una de los datos más relevadores apareció más tarde, cuando se analizaron dentaduras chinas. Allí la mordida profunda aparece entre 800 y 1.000 años antes que en Europa. Y coincide el hecho de que en China no se usaba la técnica de “sujetar y cortar”: allí se troceaba todo con un machete muy afilado y se comía con palillos. El propio Brace narra su visita al Shanghai Natural History Museum, donde pudo analizar los restos en formol de un estudiante de la era de la dinastía Song, justo cuando los palillos se transformaron en un utensilio habitual para llevar comida del plato a la boca:
Este hombre era un joven aristocrático, un oficial que murió, tal y como explicaba la etiqueta, aproximadamente a la edad en la que debería haber realizado los exámenes imperiales. Pus bien, ahí estaba, en una tinaja, flotando en formor con la boca abierta y un aspecto repugnante. En cualquier caso, hela ahí: ¡la mordida profunda del chino moderno!
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