Entre las dogón halló que una mujer, por norma general, tiene su primer periodo a la edad de dieciséis años; y da a luz entre ocho y nueve veces a lo largo de su vida. Desde la menarquia, o inicio de la menstruación, a la edad de veinte, tiene un promedio de siete periodos por año. A lo largo de la próxima década y media, desde la edad de veinte hasta la edad de treinta y cuatro, pasará tanto tiempo embarazada o amamantando (lo que, entre las Dogón, significa que se suprime la ovulación durante una media de veinte meses) que, en promedio, sólo tendrá poco más de un periodo por año. Después, desde la edad de treinta y cinco hasta la menopausia, a los cincuenta aproximadamente, a medida que su fertilidad decae, tendrá un promedio de cuatro menstruaciones por año.
¿Por qué, entonces, existe esta diferencia entre las mujeres dogón y las mujeres occidentales contemporáneas?
Strassmann no ha sugerido que sus estudios sean aplicables a todas las sociedades preindustriales, pero sí que, junto a otras investigaciones antropológicas que avalan su tesis, el número de menstruaciones a lo largo de la vida no está afectado generalmente por las diferencias de dieta, clima o modo de subsistencia (el forrajeo silvestre en vez de la agricultura, por ejemplo).
Los factores más significativos, dice Strassmann, son cosas como si predomina la lactancia o la esterilidad. Pero, sobre todo, ella cree que el patrón básico de menarquia tardía, muchos embarazos y largos periodos sin menstruaciones debidos a un amamantamiento intensivo fue prácticamente universal hasta la “transición demográfica” que se produjo hace cien años, de una fertilidad alta a otra baja.
Lo que sugiere Strassmann y otros colegas en el campo de la medicina evolutiva es que quizá es un poco obsesiva la idea de los ginecólogos de que lo normal y lo natural es menstruar cada mes.
De esto no se deduce, claro está, que menstruar pocas veces sea lo sano. Con frecuencia es preocupante cuando una mujer no menstrúa: suele ser señal de que algo no funciona bien. Por ejemplo, en las mujeres obesas puede señalar un riesgo acrecentado de tener cáncer uterino.
Sin embargo, para la mayor parte de las mujeres, la ovulación incesante no sirve a ningún objetivo excepto aumentar síntomas como dolores abdominales, cambios de humor, migrañas, endometriosis, fibromas y anemias. Los cuerpos de las mujeres, en definitiva, están sujetos a cambios que no necesariamente estaban diseñados para que la evolución jugara con ellos.
Es lo que también proponen los doctores Elsimar Coutinho y Sheldon S. Segal, dos importantes investigadores sobre anticonceptivos, en su provocativo libro Is Menstruation Obsolete? Además, proponen que la supresión de la menstruación tiene notables ventajas para la salud.
Vía | Lo que vio el perro de Malcolm Gladwell
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