Uno de los momentos cotidianos más embarazosos que uno debe experimentar cuando está viviendo en la Estación Espacial Internacional (ISS) es excretar. También es una de las preguntas más frecuentes entre los curiosos y, sobre todo, niños.
El astronauta Tim Peake responde con gran precisión a esta pregunta en su libro Por qué el espacio huele a barbacoa.
Ir al baño
A pesar de lo que podamos imaginar, ir al baño en la ISS no es muy distinto a hacerlo en la Tierra. El lavabo de la ISS es una zona del tamaño de un cabina telefónica, y en su interior hay unas sujeciones para los pies que se usan para mantener estable al astronauta.
Se orina en una manguera con un receptáculo cónico que tiene un interruptor a un lado. Accionando el interruptor se pone en marcha un ventilado, que aspira la orina para que no flote en la ingravidez.
Para las necesidades mayores, hay un inodoro pequeño fijado a un contenedor de residuos sólidos con una reducida abertura alrededor de la cual se ajusta una bolsa cauchitada con cierre elástico, como él mismo explica en el libro:
Centenares de minúsculas perforaciones en la bolsa posibilitan la circulación del aire, pero no de los residuos sólidos. El mismo interruptor de la manguera de la orina activa el flujo del aire en el contenedor de residuos sólidos. Al acabar, los astronautas lanzan la bolsa cauchutada (con autocierre) al contenedor y colocan otra limpia para el siguiente usuario. El contenedor de residuos sólidos se cambia cada diez o quince días, aunque un comandante de la ISS me comentó ufano que, si te pones un guante esterilizado y compactas el contenido, puedes alargar su vida útil hasta veinte días.
Ver 22 comentarios