Las fases desechadas de los cohetes, fragmentos de satélites destrozados y objetos aleatorios, como herramientas que se desprenden durante los paseos espaciales de la Estación Espacial Internacional. La cuestión es que orbitando a la Tierra hay todo un vertedero.
La Nasa estima que hay unos 18.000 objetos en órbita de mayor tamaño que una pelota de béisbol.
300.000 más grandes que una moneda.
Y millones de tamaño incluso menor (entre ellos, los 150.000 trozos del tamaño de un terrón de azúcar producidos cuando los chinos derribaron uno de sus difuntos satélites en 2007.
Los científicos estiman que su volumen de basura mantendrá una evolución, más o menos, uniforme hasta el año 2055. Se calcula que su ritmo de crecimiento será de un 5% cada año.
Pero a partir de ese año el número de objetos peligrosos flotando se disparará de forma exponencial. Con un mayor peligro de colisión entre ellos y el consiguiente desprendimiento de nuevos fragmentos alrededor del planeta, que incrementarían el riesgo de colisión con la consiguiente.
La probabilidad de que alguno de estos objetos nos golpee es remota, una entre un billón, según Bill Ailor, director del Centro de Estudios sobre Escombros Orbitales.
De hecho, solo existe un caso en que alguien haya sido alcanzado por residuos de este tipo. En 1997, Lottie Williams estaba en un parque de Tulsa, Oklahoma, cuando una pieza metálica del tamaño de un DVD procedente de un cohete Delta II la golpeó en el hombro. Afortunadamente salió indemne porque se precipitaba a una velocidad muy baja.
Si estamos en el espacio, sin embargo, la cosa se complica: los restos orbitan a una velocidad de 28.900 km/h. Lo suficiente como para que una mancha de pintura de 0,18 mm abriera una brecha en una ventana de la lanzadera en 1983.
Vía | Ciencia Kanija
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