365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,216 segundos es el tiempo que tarda el planeta Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol. Y el hecho de que no sean 365 días redondos genera quebraderos en los calendarios de todo el mundo.
Cada año nos olvidamos de esas 5 horas y pico extra. Transcurridos cuatro años, ya se han sumado 23 horas y 12 minutos. Es decir, casi un día extra completo. A ese ritmo, dentro de 200 años la Navidad caerá en verano.
Para solucionar este desaguisado se inventaron los años bisiestos, tal y como explica Florian Friestetter en su libro Un cometa en la coctelera:
Por eso tenemos en nuestro calendario, cada cuatro años, un día más: el 29 de febrero. Sin embargo, con esta regla todavía no hemos corregido del todo el error: con tres años de 365 días seguidos de un año con 366 días, la diferencia con respecto al periodo de circunvalación real de la Tierra alrededor del Sol es menor que antes, pero sigue existiendo. En promedio se trata de 11 minutos cada año, aunque esta vez en sentido contrario: el año medio de nuestro calendario es ahora 11 minutos más largo que el año natural. Para compensarlo tenemos que acortar el calendario en algún momento, y eso lo hacemos suprimiendo cada 100 años el 29 de febrero.
A pesar de todos estos ajustes, todavía no estamos siendo perfectamente sincrónicos con el año natural de la Tierra. Al final nos seguimos atrasando tres minutos cada año. Para compensar esos tres minutos, debemos alargar de nuevo el año y por eso hacemos cada 400 años una excepción a la excepción: introducimos de nuevo el 29 de febrero que previamente habíamos suprimido.
El año 2000 fue uno de esos años especiales. En realidad debería haber sido un año bisiesto. El año 1988 había sido bisiesto, al igual que 1992 y 1996. Cuatro años después le tocaba por tanto a 2000. Sin embargo, puesto que cada 100 años omitimos el día añadido y la última vez que esto ocurrió fue en 1900, había que suprimirlo también en 2000. No obstante, dado que cada 400 años prescindimos de esta corrección y sí intercalamos el día adicional, y que el año 2000 era un de esos años de “excepción de la excepción”, en ese año sí que hubo un 29 de febrero.
Después de todo este lío de malabarista para ajustar nuestro calendario al año natural de la Tierra pudiera parecer que ya podemos relajarnos. Pero no es así. Todavía queda un ratito que no controlamos. Concretamente 17 segundos. Y es que, en su forma actual, el año medio dura 17 segundos más que lo que precisa la Tierra para dar la vuelta al Sol. Como solo son 17 segundos, y el lío ya resulta monumental, se ha decidido no tocar más el calendario.
Dentro de un par de miles de año, quizá sí que habrá que tomar cartas en el asunto si hemos ido sumando 17 segundos por año. Pobre gente del futuro.
Imágenes | Pixabay
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