La astronomía surge desde que la humanidad dejó de ser nómada y se empezó a convertir en sedentaria. Antiguamente se ocupaba, únicamente, de la observación y predicciones de los movimientos de los objetos visibles a simple vista. Quizá fueron los astrónomos chinos quienes dividieron, por primera vez, el cielo en constelaciones.
Y luego llegaron Aristóteles, Tales de Mileto, Anaxágoras, Aristarco de Samos, Hiparco de Nicea, Claudio Ptolomeo, Hipatia de Alejandría o Nicolás Copérnico. Sin embargo, a pesar de la importancia de los astrónomos en el devenir de la historia, la primera novela protagonizada por uno de ellos no llegaría a publicarse hasta el año 1882.
Dos en una torre
En Two on a Tower (Dos en una torre), de Thomas Hardy, se nos cuenta la historia de un enamoramiento por parte de una mujer de la alta sociedad, Lady Constantine, de un tipo raro y esquinado que vive recluido en una torre, Swithin St. Cleeve.
Este joven es un apasionado del estudio del cielo y ha convertido la torre en su observatorio. Es diez años más joven que Constantine, y su pasión acaba por seducirla.
Esa torre se convertirá en el centro de su romance secreto, pero enseguida el mundo exterior empezará a interponerse entre ellos. Pero lo más interesante de la obra es que Swithin estudia las estrellas variables (estrellas que vistas desde la Tierra experimentan una variación en su brillo o fluctúan (magnitud aparente) con el transcurso del tiempo), una cuestión muy discutida científicamente aquella época.
En realidad, sin embargo, en 1786 se conocían diez estrellas variables. John Goodricke descubrió Delta Cephei y Beta Lyrae. Desde 1850 el número de estrellas variables conocidas ha aumentado rápidamente, especialmente después de 1890, cuando se hizo posible identificar las estrellas variables por medio de la fotografía.
La novela también es un dechado de metáforas sobre la astronomía, tal y como explica Xavier Duran en su libro La ciencia en la literatura:
El autor pretende recalcar sobre todo el sentimiento de pequeñez que nos embarga cuando contemplamos las inmensas magnitudes del universo. Hardy muestra también que, pese al estudio minucioso y exacto de cuerpos que se encuentran a años luz de distancia, el joven Swithin es incapaz de comprender con acierto los sentimientos de la gente que lo rodea.
El propio Hardy explica así sus propósitos en su prefacio a la edición de 1895 de la obra:
Componer una historia emocional de dos vidas infinitesimales contra el formidable fondo del universo estelar y transmitir a los lectores que de estas magnitudes tan contrastadas lo más pequeño puede ser lo más grande para ellos como personas.
Ver 1 comentarios