Era el 23 de abril de 2019, poco después de las 9 p.m., cuando Marcia Campos Muñoz oyó un estruendo. Un meteorito surcaba el cielo y se estrellaba cerca de allí.
Salió de su casa para controlar los pastos de vacas que rodeaban su pequeña casa en Aguas Zarcas, un pueblo excavado en la selva tropical de Costa Rica. Una roca espacial del tamaño de una lavadora se había roto en los cielos de la aldea. La piedra sin brillo estaba, en lo que respecta a las rocas, prácticamente viva.
Piedra viva
Los meteoritos no son infrecuentes: cada año, decenas de miles sobreviven a la caída a través de la atmósfera terrestre. Los científicos han encontrado y clasificado más de 60.000. Pero las caídas de meteoritos, los impactos presenciados que toman su nombre de donde aterrizan, son raros: solo se han documentado 1.196.
Pero este meteorito era aún más raro de lo normal. El meteorito contiene elementos similares a los que existían cuando se formó el sistema solar y además parte de su composición tiene origen orgánico.
Aguas Zarcas, como pronto se llamarían colectivamente a los fragmentos de meteorito que cayeron aquel día, es una condrita carbonosa, un remanente prístino del Sistema Solar primitivo. La gran mayoría de meteoritos son trozos de piedra o metal. Pero fieles a su nombre, las condritas carbonáceas son ricas en carbono, y no sólo aburrido carbono inorgánico, sino también moléculas orgánicas tan complejas como los aminoácidos, los componentes básicos de las proteínas.
Ello ilustra cómo las reacciones químicas en el espacio dan lugar a precursores complejos para la vida; algunos científicos incluso creen que rocas como Aguas Zarcas dieron un empujón a la vida cuando se estrellaron contra una Tierra árida hace 4.500 millones de años.
Los 30 kilogramos de rocas espaciales de Aguas Zarcas encierran, pues, un gran contenido científico. Aquí podían buscarse no solo aminoácidos y azúcares, sino también proteínas, que durante mucho tiempo se sospecharon su existencia pero que nunca se han podido confirmar en un meteorito. Hasta las moléculas descubiertas en el interior podrían ser nativas y no estar contaminadas por los propios microbios de la Tierra.
Sobrevivir a su paso por la atmósfera era la primera prueba de fuego para el meteorito, pero ahora se avecinaba otra amenaza: la formidable temporada de lluvias del país, que podría erosionar y contaminar gran parte de esa historia preservada del Sistema Solar. El meteorito más importante en medio siglo había aterrizado en una de las últimas noches secas del año. Nadie lo sabía entonces, pero faltaban 5 días para la primera lluvia fuerte.
El 24 de abril de 2019, el día después de la caída de Aguas Zarcas, el comerciante de meteoritos Mike Farmer acudió raudo a su encuentro para comprar a los lugareños algunas de las rocas espaciales encontradas.
Para entonces, hasta 30 recolectores de Rusia, Alemania, Bélgica y Estados Unidos se habían dejado caer por allí. La demanda creció. Los precios se dispararon desde los pocos dólares por gramo que Farmer había ofrecido primero a 50 dólares, incluso 100 dólares por gramo, superando el precio del oro. Para muchos lugareños, aquello fue lo más parecido a una lotería cósmica.
La compra-venta de meteoritos
Pilar Madrigal, geoquímica de la Universidad de Costa Rica (UCR), puso una pieza bajo una lupa. Sus ojos brillaron cuando vio los cóndrulos extraterrestres vidriosos. Cuando llegaron los coleccionistas extranjeros, los científicos ya se habían ido con fotografías y algunos pedazos diminutos de la roca. Sin el financiamiento institucional para competir, se mantuvieron al margen de la refriega comercial.
En todo el mundo, los meteoritos están sujetos a un mosaico de leyes, a menudo las que rigen las antigüedades; Dinamarca, por ejemplo, los clasifica como 'tesoros fósiles' que pertenecen al estado. Australia, Canadá, Chile, Francia, México y Nueva Zelanda consideran que los meteoritos son tesoros culturales que no se pueden exportar sin permiso. Pero en muchos lugares, incluidos Costa Rica y Estados Unidos, los meteoritos se pueden comprar, vender y exportar libremente.
Los meteorólogos están en gran parte contentos con ese arreglo, porque el mercado impulsa a la gente a rastrear campos y desiertos en busca de hallazgos raros, y los recolectores a menudo comparten muestras con los científicos. Pero no siempre es así y muchas veces se pierde mucho material valioso, científicamente significativo. Con todo, a día de hoy Aguas Zarcas continúa siendo un vibrante descubrimiento que nos está aportando mucha información sobre los orígenes del Sistema Solar.
Hasta ahora se han publicado pocos estudios sobre el meteorito, pero están por llegar muchos más. Estudiar esta roca extraterrestre requiere de paciencia y cuidado. Los complejos compuestos orgánicos del meteorito se formaron millones de años después. Algunos de los productos de esa química temprana son compuestos volátiles, congelados en bolsas cuando el meteorito flotaba en el espacio frío, que son inestables a temperatura ambiente en la Tierra y escapan originando reveladores olores. Usando “narices” electrónicas diseñadas para este propósito, los investigadores de la Universidad de Brown y ASU esperan capturar los químicos fugaces antes de que se desvanezcan para siempre.
Otros laboratorios están examinando Aguas Zarcas en busca de pistas sobre una etapa posterior de la evolución de la Tierra. Los modelos predicen que los asteroides carbonosos que se estrellaron en la Tierra primitiva habrían producido una atmósfera antigua rica en vapor de agua y dióxido de carbono.
También se está trabajando en una técnica para buscar péptidos: múltiples aminoácidos unidos. Si se encuentran, ilustrarían otro nivel de química espacial prebiológica, algo que se sospechaba pero que nunca se había visto.
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