Una torre orbital (conocida también como garfio espacial, funicular cósmico) es un medio para viajar al espacio de forma muy económica, en lugar de utilizar caros cohetes: una conexión entre la superficie de la Tierra y el espacio exterior. El concepto apareció en 1895 de la mano del científico Konstantin Tsiolkovsky, que fue inspirado por Torre de Eiffel.
Construir una torre como ésta pudiera parecer propio de novelas de ciencia ficción, como Fuentes del paraíso de Arthur C. Clarke. Pero lo cierto es que no es tan aventurado como parece.
Para que os hagáis una idea de la altura de una torre orbital, imaginad por un momento que algún día se construye un edificio inmenso de 500 kilómetros de altura (teniendo en cuenta que la estructura más alta construida por el hombre, el Burj Khalifa, tiene 832 metros de altura). Semejante edificio descomunal sería tan alto que incluso afectaría al peso de las personas: alguien que en la planta primera pesara 75 kg, pasaría a pesar unos 65 kg cuando llegara al ático.
Pues para que funcionara una torre orbital debería tener 150.000 km de altura, aproximadamente un tercio de la distancia a la Luna.
¿Cómo podríamos siquiera plantearnos la construcción de algo parecido? Una de las estrategias sería, sin duda, empezar su construcción desde el espacio: a 36.000 km de altura desde el Ecuador estaremos en órbita geoestacionaria, es decir, rotaríamos a la misma velocidad que la Tierra y no nos moveríamos, por tanto, de un punto concreto. Desde la superficie empezaríamos entonces a construir la base de la torre para conectarnos con la sección superior en un punto intermedio.
De esta manera, el peso de la parte inferior de la torre se compensaría con la fuerza centrífuga de la parte superior.
Fernando Ballesteros, del Observatorio Astronómico de la Universitat de València, considera que, haciendo números, cuando se hubiesen construido ya unos 20.000 km hacia la Tierra, habría que tener construidos unos 30.000 km hacia el espacio para que actuara de contrapeso y se mantuviese equilibrada en órbita geoestacionaria. Finalmente tendríamos ante nosotros 50 millones de plantas (considerando 3 metros por planta).
Una de las atracciones de tal torre de Babel sería experimentar la gravedad de planetas con menos masa que la Tierra. En el piso un millón trescientos mil tendríamos la Suite Roja, en la cual la gravedad es idéntica a la de la superficie de Marte. Subiendo al piso 3 millones nos encontraríamos con el restaurante Blue Moon, con una gravedad igual a la lunar. Y cuando llegáramos al piso 12 millones (órbita geoestacionaria) se compensaría la fuerza de gravedad con la centrífuga y flotaríamos. Con sólo soltar un satélite desde allí, automáticamente lo tendríamos en órbita geoestacionaria circular. (…) En la planta 16 millones, la velocidad de escape coincide exactamente con la velocidad horizontal de la torre, con lo que cualquier cuerpo que se soltara desde ahí escaparía de la gravedad terrestre. El sitio ideal para un espaciopuerto.
En la próxima entrega de este artículo os explicaré el paso previo que deberíamos tomar para afrontar la construcción de una torre de Babel de estas dimensiones.
Vía | Mètode Primavera 2010
Más información | Arrakis
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