Si pudiéramos saborear una cucharadita de una estrella enana blanca, descubriríamos que no sabe demasiado bien. Sería como lamer un trozo de carbón, pues las enanas blancas se componen básicamente de helio o carbono, tal y como señala el astrónomo del Adler Planetarium de Chicago Mark Hammergren.
Sin embargo, antes deberíais conseguir una cucharadita de enana blanca, una tarea bastante complicada.
En primer lugar deberíais llegar hasta una de ellas, y la enana blanca más próxima a nosotros se encuentra a 8,6 años luz. Además, la maniobra de aproximación a la estrella sería peliaguda, porque son extremadamente densas, y la gravedad es 100.000 veces mayor que la de la Tierra.
Tendrías que conseguir tu muestra sin caer en su superficie y ser convertido en plasma.
Además, las altas presiones provocarían que los átomos de hidrógeno de vuestro cuerpo se convirtieran en helio (el tipo de reacción que desencadena la explosión de una bomba de hidrógeno). Pero imaginemos que, por alguna extraña tecnología, os habéis hecho con un pedazo de enana blanca, que de algún modo la habéis liberado de su confinamiento, donde se halla en condiciones de superdensidad y altas presiones. Al llegar a la Tierra, como la presión en ella es relativamente baja, haría que el pedazo de enana blanca se expandiera de forma explosiva.
Pero si conseguís llegar hasta la mesa con ese pedazo de enana blanca y os lleváis una cucharadita de ella (usando mucha fuerza, porque la cucharadita pesaría nada menos que 4.500 kg, entonces:
Una vez en la boca, caería a plomo por el cuerpo, excavaría un túnel en tus tripas, saldría por la zona de evacuación, y excavaría un nuevo agujero en dirección al centro de la Tierra. La buena noticia es que no sería lo suficientemente densa para generar un campo gravitacional tan potente que podría desgarrar tu cuerpo desde dentro.
Si queréis una opción más sencilla para probar el sabor de las estrellas, os recomiendo que os dirijáis a la nevera: la mayoría de los elementos que componen nuestro cuerpo y todo lo que nos rodea (incluida la comida de la nevera) se formaron en el núcleo de las estrellas y fueron expulsados al espacio hace miles de millones de años.
Vía | ¿Sabías que…? de Bjorn Carey
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