Suenan las primeras notas de serial Misión imposible. Porque es, más o menos, a lo que se enfrenta ahora mismo la NASA al lanzarse a reparar el dañado telescopio Hubble.
El Hubble tiene una cámara principal inutilizada, un espectógrafo tanto de lo mismo, unos circuitos quemados, su antena ha sido víctima de un agujero del tamaño de una bala del calibre 22, las baterías están dando sus últimos coletazos y su brillante fuselaje pierde lustre tras los innumerables impactos de minúsculas partículas.
Situado a 600 kilómetros de la Tierra, el telescopio Hubble ha sido el autor de muchas de las bellas imágenes del espacio que pueblan el imaginario colectivo (es posible que alguna, ahora, sea el fondo de pantalla de vuestro ordenador). El Hubble es el telescopio más importante desde que Galileo construyera el primero a comienzos del siglo XVII. Es nuestro ojo Big Brother orientado al universo. Gracias al Hubble, sabemos que la expansión del universo se está acelerando (constante de Hubble) y que las galaxias se formaron poco después del Big Bang, hace 13.700 millones de años.
Así pues, el Hubble es importante. Es un símbolo de nuestra infinita curiosidad. Vale la pena repararlo para que, como mínimo, funcione durante 5 años más, hasta que caiga al mar y sea reemplazado por uno nuevo, más potente, que ya ha sido bautizado como James Webb.
Ahora mismo, 7 astronautas trabajarán durante 11 días en el telescopio, siguiendo una meticulosa coreografía de movimientos, como un ballet en microgravedad. Los astronautas fueron lanzados ayer en el transbordador Atlantis. Pero la misión es tan compleja que la NASA, en un gesto sin precedentes, tiene preparado un segundo transbordador, el Endeavour, para salir al rescate si algo saliera mal.
Durante 5 paseos espaciales, se repararán o reemplazarán todos los instrumentos dañados; incluso añadirán una cámara más potente. Para que el Hubble continúe brillando, como un símbolo, en lo más alto del mundo.
Vía | El Periódico
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