Estamos ante un lugar tan asombroso que podemos visitarlo de dos maneras: como simples turistas, con lo cual ya se nos caerá la baba. O como científicos: entonces descubriremos que este gigantesco lago también tiene mucho que ofrecer. En cualquier caso, si nunca habéis estado en el lago Baikal, situado al sur de la Siberia rusa, voy a intentar transportaros hasta allí lo mejor que pueda. Coged aire.
El Baikal es un lago tan grande (31.494 kilómetros cuadrados de superficie: 650 kilómetros de largo y entre 29 y 80 de ancho) y tan profundo (1.637 metros, aunque si se extrajera todos los sedimentos llegaría a los 9 kilómetros) que contiene el 20 por ciento de las aguas continentales no heladas, esto es, simplificando, del agua dulce del planeta.
Sí, habéis leído bien. Un solo lago alberga casi un cuarto de las reservas mundiales de agua dulce. Si se extendiera uniformemente toda esta agua sobre la superficie del planeta, éste quedaría cubierto por 20 centímetros de agua. Si sus afluentes dejaran de aportar agua, el lago tardaría más de 400 años en vaciarse completamente. Si este lago se vaciara por completo, se tardaría aproximadamente un año en volver a llenarlo uniendo todos los ríos del planeta, incluyendo el Nilo y el Amazonas. De hecho, se ha estimado que si toda la población mundial sólo bebiera agua de este lago, podría vivir 40 años sin ningún problema de escasez.
Y no haría falta procesarla demasiado, pues el agua es tan transparente y posee tanta calidad que se considera potable gracias a la concienzuda limpieza que efectúan los microorganismos que habitan en ella (incluso se estudia el uso de algunos de estos microorganismos para limpiar derrames de petróleo en otras aguas). Si os asomáis al Baikal, podréis contemplar a través del agua cristalina casi 50 metros de profundidad. Un abismo que sin duda os devolverá la mirada.
El lago Baikal también es el lago más antiguo que se conoce. Su edad alcanza los 25 millones de años. Durante siglos fue un lugar considerado santo por los asiáticos, y aún sobreviven alrededor del lago las tallas y partes de los edificios rituales de las tribus que peregrinaban al Baikal para investirse de su energía. Todavía hoy se usan sus aguas, ricas en oxígeno y con escasa presencia de sales minerales, para algunos tratamientos médicos.
A pesar de que las condiciones climatológicas son un tanto extremas (en invierno se alcanzan hasta 45 grados bajo cero), el lago Baikal también es un paraíso para la fauna y la flora. Aparte de las especies endémicas como la foca y el esturión del Baikal, el pez golomjanka y el cangrejo epishura (un animal diminuto cuyo papel resulta fundamental en la cadena alimenticia, pues filtra el agua a través de su organismo), podréis deleitaros con una biodiversidad extraordinaria: 1.600 géneros de animales y 800 vegetales catalogados hasta el momento.
No es extraño, pues, que la raíz etimológica de la palabra Baikal, procedente del idioma Turka, signifique “lago rico”: bai, rico; kul, lago. Por ello también se conoce al Baikal como “La Galápagos rusa”; también “El Ojo azul de Siberia” y “La Perla de Asia”.
Por cierto, el trabajo de limpieza del epishura, que apenas tiene 1 o 2 milímetros de longitud, es gigantesco por lo reducido de su tamaño. Pero resulta muy efectivo porque hay muchos de ellos trabajando simultáneamente: hasta 3 millones en un metro cuadrado de superficie lacustre. Así cualquiera. Aunque todo este ejército de hormigas marinas expertas en limpieza estuvo en peligro hasta 1976, cuando las aguas residuales de la fábrica de celulosa del Baikal se vertían directamente en el lago, originando una mortandad masiva en ésta y otras especies endémicas.
En el fondo del lago hay una pirámide de acero inoxidable con el escudo de Rusia. Un símbolo de la primera misión que consiguió llegar hasta el fondo el 29 de julio de 2008, la de los batiscafos rusos Mir-1 y Mir-2.
El lago Baikal estuvo de moda no hace mucho gracias al fenómeno que se produjo en su superficie y que fue observado por primera vez por astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS). Sobre el agua helada detectaron una marca circular de 4,5 kilómetros de diámetro. Similar al círculo de humedad que deja un vaso sobre la mesa, pero de tamaño descomunal. En principio se ignoró cuál podría ser su naturaleza y muchos amantes de lo paranormal se lanzaron a conjeturar que quizá se trataba del vestigio del aterrizaje de un ovni, siguiendo la misma lógica de los círculos de las cosechas.
La comunidad científica, sin embargo, cree que este círculo oscuro podría estar formado por la convención convección del agua: el agua más cálida y menos densa ascendiendo a la superficie, donde se congela de nuevo formando una fina capa de hielo. Otra hipótesis apunta a emisiones de metano, que provocaron la ascensión de una masa de agua caliente en forma de remolino. Al tocar el agua caliente la superficie inferior de la parte helada, fundió el hielo en forma de anillo: algo así como un tatuaje térmico. El mismo fenómeno que se sucede en el triángulo de las Bermudas y que provoca el literal engullimiento de los barcos. Si por el Baikal navegara algún barco cerca de estas emisiones, naufragaría también en pocos minutos succionada por una poderosa turbulencia.
Si os apetece asomaros a este lago de proporciones míticas, os recomiendo que lo hagáis durante el viaje en el tren Transiberiano, que lo bordea completamente atravesando 200 puentes y 33 túneles. No hay mejor experiencia que bajar del tren en alguna de las estaciones y comprar un poco de pez omul ahumado, que se comercializa en todos los mercados alrededor del lago.
Baikal sirve como límite para dos provincias rusas: oblast de la república (orilla suroriental) y de Irkutskaya de Buryatia (orilla noroeste). La parte del sudeste, sin embargo, es la más turística; y la nororiental está prácticamente abandonada. Y no tengáis prisa por ir. A diferencia de otros lagos, que suelen tener una vida media de 15.000 años, el Baikal no hace más que aumentar su tamaño a una velocidad media de 2 centímetros al año. Lo cual produce no pocos terremotos en la región.
No obstante, es posible que el calentamiento global del planeta acabe convirtiendo el Baikal en un lugar mucho menos interesante. En un artículo del número 58 de la revista BioScience escrito por Marianne V. Moore, del Wellesley College, se señalaba que el clima del lago se ha vuelto más suave. Ahora el lago permanece congelado menos tiempo en invierno. Ello puede dañar el ecosistema del lugar, sobre todo en lo que concierne a la foca nerpa, una foca endémica que, además, es la única foca de agua dulce del mundo. Al parecer, la foca sólo se aparea y da a la luz sobre el hielo, y al existir éste durante menos tiempo provoca que su natalidad descienda alarmantemente. Sin contar la caza furtiva y masiva de estas focas, que constituyen una de las más sólidas bases para la economía de la región.
Rusia muestra el fondo del lago Baikal a través de una página de Internet gracias a los batiscafos Mir. También se muestra como el cineasta canadiense James Cameron se subió hace unos días a bordo de un batiscafo Mir para sumergirse en el lago en busca de inspiración y protagonistas para la segunda parte de ‘Avatar‘, que se desarrollará en las profundidades del océano de Pandora.
Los batiscafos Mir-1 y Mir-2 se posaron por vez primera en el fondo del lago más profundo del planeta el 29 de julio de 2008, imágenes que dieron la vuelta al mundo. Entonces, encontraron petróleo, aunque por el momento no se han podido estimar las reservas energéticas del lago, y microorganismos que se alimentan del crudo que asciende desde el fondo a la superficie. El lago alberga 848 especies de animales que no existen en ninguna otra parte del mundo.
Otro hito científico que ofrece el Baikal es que resulta un lugar apropiado para capturar neutrinos, unas partículas muy esquivas que podrían suministrar datos de la estructura del espacio y de lo que sucede en otras galaxias, así como en la nuestra. Por ello se ha instalado en el fondo del Baikal un Supertelescopio dentro del programa Telescopio de Neutrinos Subacuático de Baikal.
La forma del telescopio es parecida a la red de un pescador. Contiene unas bolas transparentes que son módulos ópticos capaces de aguantar una fuerte presión de agua a una profundidad de 1,5 kilómetros. Estos se adhieren a una cuerda como si fuera un collar de cuentas enorme. Dentro de estos módulos hay células solares que identifican el destello emitido por los neutrinos y transfieren esta información por un cable de fibra óptica a un centro de investigaciones situado en tierra firme. Se espera que pronto se ponga en funcionamiento el sistema, en un plazo no superior a seis años.
El objetivo de este carísimo instrumento es comprobar la existencia de materia oscura, y su estructura en forma de red hace que el Baikal sea el lugar más apropiado para instalarlo: bajo un kilómetro y medio de agua y hielo. Otros detectores de este tipo se han situado en el mar o bajo el hielo de la Antártida. Ambos casos presentan dificultades, pues en el primero hay que usar batiscafos y en el segundo perforar grandes profundidades de hielo. En el lago Baikal, cuya superficie permanece helada durante meses, se puede trabajar sobre el lugar donde se despliegan los detectores y basta con agujerear unos cuantos metros de capa de hielo para llegar al agua.
No sé vosotros, pero yo ya estoy mirando vuelos a Rusia y billetes para el Transiberiano.
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