Imaginemos un universo paralelo en el que la esclavitud no se ha abolido. Un universo donde se prefiere usar mano de obra humana antes que combustibles fósiles.
¿Cuánto tendrían que trabajar nuestros esclavos para proporcionar la energía suficiente a nuestra tecnología cotidiana?
La fuerza mecánica se cuantifica en algunos países usando como medida el llamado caballo de fuerza. La expresión deriva del inglés horsepower, término acuñado por James Watt, un ingeniero que vivió en el siglo XVIII. En aquel tiempo, se empleaba el caballo como la fuerza motriz que hacía girar el cabestrante que se usaba para izar cubos cargados desde lo profundo de las minas.
Watt averiguó cuántos caballos se necesitaban para elevar un cubo lleno en un lapso determinado de tiempo: un caballo era capaz de tirar un peso con una fuerza aproximada de 80 kg, caminando una distancia total de 55 metros por minuto tirando de ese peso. Un caballo de fuerza, pues, es precisamente esa medida.
Para calcular de manera sencilla la fuerza humana en caballos de fuerza, pues, basta con atar a la cintura de una persona la cuerda de la polea, y que ésta empiece a caminar y a izar el peso de 80 kg. Como la mayoría de personas es incapaz de hacer algo así, disminuyamos el peso a una cuarta parte: 20 kg. Si alguien es capaz de izar ese peso 55 metros por minuto, su potencia sería equivalente a una cuarta parte de un caballo de fuerza. Para ser más realistas todavía, lo cierto es que una persona no podría recorrer 55 metros en menos de 2,5 minutos.
Así que la potencia de una persona sería más bien un caballo de fuerza dividido por dos y medio, es decir, una décima parte de un caballo de fuerza.
Actualmente, los caballos de fuerza se miden generalmente en vatios o watts (hemos dejado de usar el término inventado por Watts y lo hemos sustituido por su apellido). Un caballo de fuerza equivale a unos 746 vatios.
La potencia se presenta de muchas maneras, pero siempre mide la tasa de producción de energía. En el caso de los coches, se habla de potencia en relación a la tasa de energía mecánica que el motor es capaz de transmitir al eje motor. En el caso de una cocina de gas, se habla de potencia en relación con la energía calórica transmitida por cada fogón a la base de una olla. Y si hablamos de una bombilla, se trata de la energía eléctrica a ella transmitida.
En otras palabras, podríamos decir que una bombilla eléctrica de 75 vatios equivale a una décima parte de un caballo de fuerza. Es decir, en nuestro universo paralelo sería como decir que un esclavo que hiciera girar una noria o un cabestrante conseguiría mantener encendida una bombilla de 75 vatios. Si en vuestra casa tenéis encendidas, pues, un total de 300 vatios en bombillas, necesitaréis 4 esclavos caminando sin parar.
Lo peor llega a la hora del té: para conseguir que un hervidor eléctrico de 3 kW hierva un litro de agua para el té, necesitaréis 40 esclavos. Lo cual te ofrece una nueva perspectiva del despilfarro energético en el que vivimos instalados.
¿Cuántos esclavos necesitaríais en otras actividades cotidianas? Lo veremos en la próxima entrega de este artículo.
Vía | Cómo los números pueden cambiar tu vida de Graham Tattersall
Ver 9 comentarios